Cuerpo en armonía

Se formó en el Teatro Colón de Argentina. Es profesora de danza en Río de Janeiro y dicta cursos de ballet en el extranjero. Visita nuestro país por tercera vez. Vino convocada para desarrollar selectas clases de danza clásica que finalizan hoy, en el Teatro Municipal.

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Es argentina y hace más de tres décadas vive en Río de Janeiro, Brasil. María Angélica Fiorani forma parte del plantel de profesores de ballet del Centro de Danza Río, presidida por Mariza Estrella.

Se jubiló como bailarina a los 40 años y comenzó la docencia sin buscarla. Participa como jurado en concursos de baile, en Brasil y Argentina. También imparte cursos de danza clásica en el extranjero, que es el motivo de su visita. Estuvo en nuestro país en dos ocasiones, siempre por la misma razón. La Asociación de la Escuela Municipal de Danza es la encargada de contactar con Angélica y concretar su asistencia. Las bailarinas de diferentes academias y edades esperan los primeros meses del año para participar de sus clases magistrales y exclusivas. Con un acento entre argentino y brasileño, explica cuáles son los elementos fundamentales que una danzarina necesita conocer para dominar el escenario. A la hora de enseñar es metódica, exigente, segura y en todo momento mantiene una postura esbelta. En su época de aprendiz tuvo el privilegio de llegar hasta donde varios artistas de su país quisieran, la Compañía del Teatro Colón, pasando antes por la Escuela de la misma.

Recibió su título de bailarina por parte de la Federación Francesa de Danza y se mantuvo constantemente entrenada.

¿Cómo nace esta pasión por la disciplina? De chiquita era muy escuálida, entonces el médico le dijo a mi madre que lo mejor sería que realizara alguna actividad física, por lo que decidí bailar. Mis amigas del barrio estudiaban danza y cada vez que jugaba con ellas también me enseñaban algunos movimientos. Me sedujo el ballet, además de la armonía en la que se encontraba mi cuerpo al efectuar cada paso y la tranquilidad que me producía escuchar las músicas y expresarme. Después de un periodo me encontré formando parte del alumnado de la Escuela Colón y mi aprendizaje fue avanzando.

Tras iniciar con el baile. ¿Mejoró su aspecto físico? Sí. Es más, en mi juventud engordé pero rápidamente comencé a cuidarme, ya que mi peso debía coincidir con mi estatura.

¿Las bailarinas por lo general sufren de anorexia? Suelen presentarse problemas de anorexia y bulimia en la gente joven. Es tanta la locura de estar flaca que algunas veces no se alimentan correctamente. Generalmente las bailarinas deben estar por debajo de su peso normal para lucir bien en el escenario y eso suele ser como un trauma para muchas.

¿Cómo define la danza clásica? Es antinatural, porque al bailar realizamos ejercicios con los pies para afuera y normalmente caminamos con los pies paralelos. No es confortable ni cómodo estar en posiciones como attitude, o arabesque, por lo tanto cuando sienten confort, no están trabajando adecuadamente. Después de mucho, el cuerpo se acostumbra, sin embargo requiere de sudor, buena disciplina y arduo entrenamiento.

¿Cómo se concreta su presencia en Paraguay? En Río de Janeiro conocí a la profesora de baile Mariza Estrella, directora de la escuela donde enseño. Ella fue presidenta de la Federación Brasilera de la Danza y por intermedio de ese cargo se vinculó con muchos paraguayos dentro del ambiente artístico. En varias oportunidades estuvo en Paraguay. En una de sus visitas trató con la directora de la Escuela de Danza del Instituto Municipal de Arte (IMA), la profesora Marilyn Candia. Mariza decidió becar a las alumnas de Marilyn y varias de ellas tuvieron la suerte de perfeccionar sus técnicas en Brasil. Fui profesora de esas niñas y posteriormente recibí la invitación para venir. Es la tercera vez que me convocan para transmitir mis conocimientos.

¿Volverá? Encantada de volver y comunicarme con los hermanos paraguayos; me tratan muy bien, en Brasil también, no obstante siento que estoy en mi tierra, en Argentina. Tenemos la misma idiosincrasia, hablamos parecido y también existe abundancia de talentos y profesionales. Espero que me inviten.

Cuando inició sus primeros pasos, ¿imaginó distinguirse? Estaba claro que quería ser bailarina, solo que en mi época no existían tantos concursos ni contábamos con la facilidad que ahora tenemos de grabar un video y subirlo a internet para promocionar nuestro arte. Aunque la meta siempre estaba fija en sobresalir, eso no va tanto con mi personalidad.

¿Y cómo definiría su carácter? Soy extrovertida; mucho tiempo fui introvertida. Ya no me da vergüenza decir lo que pienso y me permito cosas que antes no admitía. A veces me pregunto por qué estudié baile; no tiene nada que ver conmigo, en cuanto a querer que la profe me elija para bailar adelante. Los bailarines, por un lado, son narcisistas y mi temperamento no es así. Creo que elegí danzar porque me gustaba bailar y compartir con el grupo. No me consideraba primera bailarina, pero sí bailarina de primera fila porque la estatura me ayudaba.

¿Qué extraña de su época de bailarina? El camerino, los compañeros, los segundos previos a la apertura del telón, ese frío en la barriga al bailar, el público. Fui libre, feliz y no me puedo quejar. Hoy me gusta la edad que tengo y lo que hago. También siento saudade de mi familia que vive en Buenos Aires. No pienso demasiado en el futuro y del pasado tengo recuerdos hermosos y otros tristes, porque uno sufre en la vida; no es todo maravilla.

¿Se siente bien enseñando? Nunca imaginé enseñar, no me gustaba; lo mío era bailar. Cuando terminé la carrera, busqué algo relacionado con la danza y empecé a encariñarme con la docencia. Aprendí a tener una mejor visión y a observar más los detalles de los que no me percataba cuando joven. Hace más de treinta años soy docente y me llena la vida cuando encuentro gente con talento, como lo descubrí aquí. Dividimos el taller en dos grupos: uno compuesto por bailarines profesionales, que se preparan para concursar en el extranjero, clase que cursan diez nada más, es muy exclusiva; y otro grupo con 35 alumnos con una calidad muy buena también. Lo fundamental es el resultado, que triunfen y se destaquen.

¿Cómo recibe las críticas? Hago mi trabajo y no espero reconocimiento. Para algunos alumnos soy como una madre y ese es el mejor regalo. Hace unos días, cuando se publicó una entrevista que me realizaron, incluyeron una grata apreciación acerca de mí dada por mi exalumno Thiago Soarez, el primer bailarín del Royal Ballet. Eso me emocionó grandemente, no me lo esperaba.

Angélica adora sentarse en su terraza, tomar café y hojear el Jornal O Globo hasta la sección de palabras cruzadas, uno de sus pasatiempos predilectos. Ella conversa con su familia a través de la red y logra relajarse dedicándose a sus plantas y flores.

Alma de artista

Su madre fue pianista y su padre se dedicó a la contabilidad. En su casa ambos montaron un espacio para que Angélica pudiera ensayar y enseñar. “Lo ideal es que un pianista acompañe con su música una clase de ballet, mientras las bailarinas ejecutan su coreografía. En ese sentido, mi madre contaba con todas las intenciones de ayudarme, pero interpretaba de la manera que le parecía y a mí no me convencía, ya que necesitaba que la melodía fuese más lenta. A esto ella solía responderme: ‘La música es así’. Perdí muy joven a mis padres; ellos me impulsaron y apoyaron siempre”, puntualiza la maestra.

dbattilana@abc.com.py

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