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Su afición por la moda data de su infancia, de cuando visitaba a su abuela materna, la que amorosa y pacientemente le enseñaba algún punto de bordado o le hablaba de costura. Su genuino apego hacia las tendencias de moda se consolidó a través de los años, especialmente bajo el influjo de su madre, Amanda, cuya elegancia y “muy buenos gustos” guarda en la memoria, pese a haberla pedido siendo apenas una niña. Guadalupe Quiñones (35) ensayó sus primeros trazos a los 14 años y, tras culminar la educación secundaria, se volcó de lleno a formarse en diseño, estudio que cursó en la Universidad de Buenos Aires, Argentina. Su genio pronto la convirtió en diseñadora de la marca porteña Juana de Arco, la que, a su vez, exportaba sus piezas al Japón.
Motivada por un poema de Elvio Romero, ya de regreso en el Paraguay, en el 2009, dio origen a su propio sello: Morena Toro, el que empapó completamente en la cultura paraguaya.
Con el ñandutí como engranaje central de sus ideas, la actualidad la encuentra en este momento con mayor arrojo y determinación. El debut de su obra prima de alta costura lo ratifica.
Con tu primera propuesta de alta costura te lanzás a un nuevo reto... Siempre diseñé y creé una línea casual y muy informal que cualquiera puede utilizar. Lo que hice este año fue arrancar con una nueva colección de alta costura, que me permite sacarle realmente provecho al ñandutí. Todo lo diseño yo, incluso el molde sobre el que trabajan las artesanas para llevar a cabo la creación. Hasta hace muy poco, la gran mayoría de mis clientes eran extranjeros o personas de mucho viajar, a las que, indistintamente, fascinó el ñandutí por considerarlo algo extraordinario, además de que no existe en otra parte del mundo. Es muy difícil llegar a distinguirse de los demás haciendo lo que hacen todos los otros. Me parece muy meritorio aquel diseñador capaz de sobresalir entre sus pares; y para mí, el ñandutí es algo único, llamativo y de una versatilidad infinita. En él no hay límites.
¿Hablamos de exclusividad? Esta colección de alta costura, que puede verse en Casa Novias, contiene figuras que denotan que el uso que se le puede dar al ñandutí carece de límites, y que cualquier persona puede lucirlo. No realicé ningún modelo repetido, pues se presentaron los diseños de campaña. No obstante, la clienta es quien optará por los colores o el largo de las mangas de su preferencia.
¿Cómo inició tu afición por la moda? No tengo idea (risas). Creo que lo traigo desde mi nacimiento. A mí siempre me gustaron los trapos, desde chica me agradó tejer y bordar, y me fijaba en lo que hacía mi abuela Amanda. Convivir con elaboraciones artesanales en el ambiente familiar propio, dentro del cual, por ejemplo, se confecciona la ropa en la misma casa, es inspirador. Con 99 años, mi abuela es una mujer espléndida y superlúcida. Recuerdo que cada vez que iba de vacaciones a su casa, me enseñaba algo nuevo. Mi mamá, quien falleció cuando todavía era una niña, también fue una persona superelegante, que gustaba de vestir bien. Juntas, siempre estábamos mirando moda.
¿En qué momento vislumbraste un futuro profesional en este rubro? Dibujé mis primeros bocetos a los 14 años, aproximadamente. Tiempo después, a los 15 o 16 años, desconociendo que existiese la moda como carrera, supe que una prima seguía Diseño en Buenos Aires. A partir de eso, y pese a nuestra gran diferencia de edad, fui observándola constantemente, y nunca olvidé que fue precisamente ella quien me alentó a que estudiara Diseño de Moda “cuando sea grande”. Toda la vida me atrajeron un montón de cosas que no tienen ningún tipo de nexo con esto, pero creo que me decidí al notar que, efectivamente, era una opción. Fue así que estudié Diseño de Indumentaria y Textil en la Universidad de Buenos Aires (UBA), pero hoy sigo aprendiendo. Me mantengo permanentemente expectante para tomar otros cursos, principalmente aquellos vinculados con moldería de ropas y diseño textil. No todo te lo da la universidad, hay que ir tratando de complementar con todo lo que se pueda.
El rasgo autóctono es característico de tu trabajo, pero ¿qué lo provoca? Como todos los que estamos metidos en moda, siempre observo el quehacer de otros diseñadores. Sin embargo, francamente, me resulta mucho más interesante y enriquecedora la labor que desempeñan los artistas plásticos y músicos; creo que son ellos quienes, finalmente, marcan las tendencias. Yo sigo ese patrón que, a mi criterio, detona lo que puede conformar una colección.
¿Cómo nace la marca Morena Toro? Viví en Buenos Aires hasta el 2008, y arranqué con mi marca en el 2009, cuando vine a vivir a Asunción nuevamente. Hacía bastante tiempo que tenía ese nombre en la cabeza; había escuchado a Elvio Romero, con cuyo poema Morena Toro me sentí muy identificada, no tanto por el personaje, sino por la mujer paraguaya. En aquel momento no podía ocuparme totalmente a la marca, y recién en 2013 asumí la decisión de abandonar todo, excepto las actividades que efectúo de manera freelance, para poder dedicarme íntegramente a Morena Toro.
¿Quiere decir esto que trabajás para otras firmas? Entre el 2008 y el 2014 estuve enfocada en la creación de todos los diseños de ñandutí de la marca Juana de Arco, en Argentina. Preparaba tanto la colección como la producción y les enviaba; ellos, por su parte, desde allá exportaban mis diseños a Japón. Desde el 2013, también estamos con la firma paraguaya de indumentaria deportiva Dócil, cuya propietaria veía lo que labraba con el ñandutí y quería incorporar, de alguna manera, lo autóctono o propio de nuestra cultura en el diseño textil deportivo. Por lo tanto, le sugerí que hiciéramos una caligrafía sobre el súplex y así nació la línea de ñandutí para Dócil. Todas las otras líneas de esta marca las desarrollo yo.
Transgrediendo los moldes y esquemas de la tendencia en el ámbito local, y buscando destacar la cultura popular paraguaya, Guadalupe afianza su perfil como una prometedora figura de la moda nacional.
Diseños autóctonos
En el Paraguay cada vez son más los autores que triunfan con vanguardistas colecciones; sin embargo, no muchos descuellan por impregnar la cultura popular paraguaya en sus creaciones. Entre estos pocos se ubica Verónica Pardo, quien produce moda gastronómica a partir de la mezcla de bordados, vistiendo a los mejores chefs del mundo entero. Su sello, VRO, ha logrado captar la atención de los mejores restaurantes y los más reconocidos empresarios del ámbito gastronómico.
Así también, la diseñadora Yanina Aubrey, propietaria de la firma Aravore London, exhibe a nivel global fantásticas piezas bordadas por tejedoras paraguayas. Desde Inglaterra, su marca infantil exporta la cultura paraguaya a otros países, además de ser la elegida de los hijos de reconocidos referentes del cine, la literatura e, incluso, de la monarquía inglesa.
nadia.cano@abc.com