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Deshojando una margarita, entre el chiste y el augurio, nos entristecemos si su último pétalo nos dice que “no”. “El no pone a tambalear el sentimiento de ser amados, aceptados por los demás”, explica la doctora Vázquez respecto a nuestro planteamiento. Ejercer la decisión es un asunto de toda la vida, pero no es fácil decir que no cuando afecta a nuestros sentimientos, principalmente en relaciones de compromiso afectivo. Cuando alguien nos pide un favor, nos vemos obligados a decir que sí, pero de mala gana. “Sentimos miedo a negarnos porque esto podría traer aparejado la desaprobación del otro, el retiro de su simpatía y, en el peor de los casos, su enojo. Las personas inseguras sienten que se resquebraja la confianza en sí mismas. Muchas creencias nos impulsan a pronunciar un sí automático, es cuando en nuestro interior surgen afirmaciones como: cedo porque ‘no me gustan los conflictos’, ‘no soy egoísta’, ‘saben que cuentan conmigo para todo’. Se maneja la creencia de que se es imprescindible; hay un contenido oculto dentro mío que me dice: si más hago, más me amarán”. Vázquez explica que el “sí” que nace del miedo puede acarrear consecuencias indeseables. La persona puede acabar sintiéndose víctima de los demás, injustamente no correspondida cuando lo necesita; agotada de tanto esfuerzo, termina enojándose con el mundo y con ciertas personas en particular. “Así la vida se ve limitada por la angustia e inseguridad. En nuestro lenguaje coloquial decimos que no se quiere pasar por kaiguero o por argel”.
El miedo a dar un no es una limitación que podría venir de la infancia. “Cuando la mamá le dice al niño: ‘Si no hacés esto, sos malo y mamá no te va a querer más’, sin saberlo le hace un chantaje afectivo. El niño aprende que, para ser querido, tiene que hacer lo que los demás quieren. Cuando el papá le dice a su hijo adolescente: ‘Me estás matando de disgusto’ no solo recibe la amenaza de ser rechazado, sino que además carga con el peso de la culpa de una posible muerte. En la escuela, el niño puede encontrarse con maestros que lo castiguen por tener ideas propias y objetar sus criterios educativos. En el trabajo existen jefes que amenazan con el despido ante la demanda de derechos laborales, de esta manera el empleado dice a todo que sí. Y en la pareja, ante cualquier rechazo o negativa, en vez de acordar, surgen amenazas de abandono y divorcio”. ¿Vivimos diciendo que sí cuando queremos decir que no? “Estas situaciones, vividas por muchas personas, van dejando su rastro de manera subconsciente como una vía en la que fácilmente se puede caer, siguiendo un camino frustrante. Aceptar todo es una conducta aprendida. El ‘no’ lleva una carga de culpabilidad, temor o remordimiento que emerge para bloquear la toma de decisión”.
En la comunicación existen muchas maneras de decir que no. La forma más simple es decir la palabra directamente. Formas ambiguas: “Sí, pero…” o cambiar de tema en vez de dar una respuesta. En la comunicación no verbal uno puede utilizar gestos, miradas, silencios, etc., para desviar el pedido. “En Paraguay tenemos algo muy coloquial, que es el hée y se adapta a cualquier interpretación ajena; aunque más bien es una muletilla para escapar sin decir que no”, afirma la profesional.
Una actitud que nos ayudará es no estar pendientes de la aprobación de todo el mundo. No hay mejor forma de llegar al fracaso que queriendo complacer a todos. “Aprender a decir que no puede ser para muchos una liberación; dejarán sobre todo de ser víctimas de sí mismos y de aquellos que se aprovechan de su buena voluntad. Aprender a decir que no favorece la autoestima”.
Amable rechazo
Nada más incómodo que cuando nos ofrecen insistentemente comida, nos piden dinero, una prenda prestada, cuando no nos atrae participar en un grupo o cuando no nos animamos a terminar una relación. Para estos casos podemos intentar respuestas como: “Recién merendé, gracias”, “no tengo ahora esos zapatos, amiga, los presté”, “ahora estoy muy ocupado, pero te prometo que voy a pensarlo”, “me encantaría, pero no sé si voy a poder cumplir” o sencillamente, “lo siento, pero no puedo/quiero”. Este tipo de respuestas, pronunciadas sin temor y con tono amable, no lastiman y representan lo que sentimos.
Texto || lperalta@abc.com.py