Animarse a las rastas

Los dreadlocks, popularmente llamados rastas, son una manera antiquísima de llevar el cabello en tubos enmarañados. Aunque hoy sea moda, su uso se ha dado en el mundo entero en todas las culturas y por diferentes razones.

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Los dreadlocks, cuyo significado en castellano sería aproximadamente “cabellos que producen miedo”, se llaman así porque estaban asociados a la protesta, la rebeldía y la fuerza.

Aunque no solo los rastafaris los usan, comúnmente tomamos de ellos la palabra “rastas” para referirnos a los dreadlocks. El movimiento espiritual rastafari (Jamaica) abriga, en su gran mayoría, a gente de raza negra, cabello grueso, encrespado u ondulado. No se lo cortan porque es una manera de mantenerse fieles al pedido de Jah (abreviación de Yahvéh); pues son guiados por una indicación del Levítico (Antiguo Testamento) de “no mostrar la calvicie de sus cabezas ni cortar el extremo de sus barbas”.

También, en el Tanaj (Biblia hebrea) figura el legendario Sansón, siervo de Dios; su enorme fuerza física radicaba en sus largos cabellos, los cuales tenían forma de siete rastas. Algunos creen que los faraones también llevaban cabelleras enredadas. Y, no sin fundamento, Cesar describe a los celtas con “cabellos como víboras”. En la India, los sadhus (hombres sagrados) también usan dreadlocks, y en África, varias sectas y tribus las llevan, tal como ciudadanos y aborígenes en Nueva Guinea.

En distintos lugares y tiempos, el pelo entubado ha reflejado formas de vida, fe y pensamiento.

En los contextos más modernos, las rastas comenzaron a utilizarse como un símbolo de repudio hacia la explotación e injusticia que sentían de parte de la gente “rubia y de pelo lacio”, es decir, al sistema Babylon. En la jerga rastafari, el Babylon (Babilonia) es el sistema de las sociedades construidas sobre el capitalismo e imperialismo, menospreciando la vida humana. Rastas como protesta ante la violencia de la policía y el ejército; rastas como símbolo de la comida vegetariana y los rituales con hachís. Y aquí surge un nombre: Bob Marley, quien logró hacer trascender sus ideas ¡y sus dreadlocks! El padre del reggae dijo: “No tengo religión, soy lo que soy; soy un hombre rasta, entonces esto no es religión, esto es vida”.

Pero además de transmitir filosofía y política, las rastas han llegado a la estética de las pasarelas, y fue Karl Lagerfeld quien se animó a peinar así a las modelos, superando airosamente, con elegancia y suavidad, los prejuicios de “mala impresión” que suele producir ver personas con rastas. Sin embargo, hace poco, a su colega Marc Jacobs no le fue tan bien; el público lo criticó con dureza por utilizar rastas (de colores) en sus modelos, acusándolo de “apropiación cultural”.

Hoy, que mucha gente busca estar a la moda, pero diferenciarse del resto, parece no existir el compromiso con alguna causa o corriente; basta con el propio gusto y la decisión de cambiar el look. Sin embargo, se recomienda pensarlo con calma, ya que los dreadlocks requieren no solo un trabajo manual de varias horas y aseo, sino saber llevarlos, es decir, asumir una actitud amable y positiva frente a la reacción social.

Respetar lo natural

Hay varias maneras de hacer los dreadlocks, pero básicamente se toma un mechón de cabello y se separa bien del resto. Se abre desde la punta hacia la raíz; luego, se vuelve a cerrar y se repite el proceso. Cuando se nota que el cabello se va enredando, se frota con las palmas de las manos para compactarlo. Muchos optan por probar con una o dos rastas para saber cómo se sienten y, luego, hacérselas –o no– en toda la cabeza. Eso ya depende del espíritu y decisión de cada uno. El mal olor se combate no utilizando ceras o sustancias químicas que impidan respirar a las rastas, o terminarán acumulando moho por dentro.

lperalta@abc.com.py

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