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Los carnavales y mascaradas son fuente de inspiración para diseñadores del mundo de la moda. Es tan fácil dejarse seducir por los colores, la música y las festividades; plumas exóticas, piedras y lentejuelas, que hacen de las calles un circo transeúnte que deleita a las grandes masas. Millares recorren kilómetros para ver estos eventos que se celebran en todas las partes del mundo, y en los que se reflejan las diferentes culturas.
Desde tiempos remotos, estos acontecimientos cobraron fama por su desenfreno; al parecer, una careta saca el alter ego y cada uno asume el rol del artificio. La máscara se transforma en una proyección de sí misma. Cada quien, al elegir una de estas, está eligiendo quien quisiera ser, como vivir en un mundo paralelo.
Exponentes de las agujas, con gran imaginación, crearon antifaces únicos para transportar las fiestas carnestolendas a las pasarelas. Las ciudades de la moda, como París, Nueva York y Milán, integraron a las colecciones de alta costura estos objetos adornados con piedras preciosas y formas de fábula. En ese cosmos, sin dudas, el rey del disfraz es el inigualable Alexander McQueen, cuyo legado no tiene precedentes.
La artista Lady Gaga, quien suele llevar las más osadas máscaras con mucho glamour, logró que afamados diseñadores le confeccionaran piezas originales que tan solo ella puede lucir. En el cine, los héroes y los malvados suelen llevar mascarillas. La sexy Gatúbela se transformaba en toda una femme fatale al sentir el cuero sobre su rostro. Se convirtió en todo un cliché para el orbe sadomasoquista. Las portadas de la revista Vogue, en numerosas ocasiones, plasmaron una oda a la sensualidad que transmite esta pieza que solo deja ver los labios.
Desde lo elegante a lo étnico, de lo clásico a lo dalilesco, las hemos visto en todos los colores y formas, sin reglas ni condiciones. Se esparcieron por la inmensa geografía y cada región la coloreó con sus tradiciones, haciéndola suya, con un gran sentido de pertenencia y orgullo. Son aptas para todos, pero lastimosamente requieren de una ocasión especial para que sean usadas.
Identidad
El carnaval vienés es el más grande de todos, pero es el de Río de Janeiro nuestro referente más importante. Cada cual con su particularidad, con su propia sazón y lenguaje, describe sus raíces. Todo es parte del arte autóctono. En lo único que no hay diferencia es que al vestir un disfraz ocurre la transformación y, según Freud, los impulsos irracionales determinan nuestra racionalidad.
Sin duda alguna, las máscaras son parte de nuestro pasado, presente y serán parte de nuestro futuro; podrían denominarse patrimonio de la humanidad y libertadoras de sueños oprimidos.
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