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"Me siento muy honrada por la asistencia, y privilegiada por el sillón que me toca ocupar; es un privilegio", revela emocionada.Si hay una palabra que define a Estela Appleyard de Acuña la profe Inca, para sus alumnos es la de maestra. Desde ayer, fruto de esos años dedicados a la docencia, integra la Academia Paraguaya de la Lengua Española como Académica de Número junto con Gladys Carmagnola de Medina y Evelio Fernández Arévalos. "Fue una verdadera sorpresa. Aunque me habían pedido el currículum, ni remotamente imaginé que podría ser electa", comenta, aunque méritos no le faltan.
¿Qué significa para usted su incorporación? Una satisfacción muy honda, aunque también es un compromiso que asusta, pero creo que mi presencia puede ser útil en la parte lingüística. Estoy ya atenta a lo que me puedan pedir de modo de poder trabajar.
¿Ya tiene pensado algún proyecto? Sí. Por ejemplo, al principio me cuestionaba por qué el Diccionario de la Real Academia Española no incluía paraguayismos o, si lo hacía, era como de otros países de la región, no como nuestros. Sé del trabajo que hicieron miembros de la Academia, como Manuel Argüello, cuyo sillón yo ocupo, y Juan Aguiar, ayudados por mucha gente, y que se incluyeron algunas cosas. A lo mejor ahora, en esta edición próxima a salir ya incluyan también nuestros vocablos. Mi intención es trabajar en todo lo que pueda por nuestro castellano paraguayo.
¿Cuál fue el motivo de su vida? Siempre digo que la docencia es la razón de mi vida. Tenía 12 años cuando terminé la primaria y 13 al comenzar la secundaria. Yo quería seguir bachillerato porque quería ser bioquímica, aunque a los 12 años ya había leído todos los cuentos infantiles clásicos y toda una colección de 24 libros, que me regaló papá cuando pasé del 4.º al 5.º grado, y me parecían fascinantes; aun así quería ser bioquímica. Sin embargo, mamá quería que fuera maestra como ella, y papá, que había sido militar, luego de retirarse estudió Comercio, quería que siguiera esa carrera. Pero mamá ganó y estudié Magisterio.
Entonces nació su vocación. Yo fui una enamorada, una apasionada de mi profesión. Si muero, vuelvo a nacer y me dicen que tengo que volver a elegir, optaría de nuevo por la docencia.
¿Cómo fue su primera clase como maestra? Imaginate, tenía 17 años y me dieron el 5.° grado en la Escuela Brasil. Además de ser mi primer día de clase, porque era la escuela nocturna, y de enfrentarme a gente adulta mis alumnos en su gran mayoría eran hombres grandes, incluso señores, el director estaba sentado en mi clase. Así que fueron todas las emociones juntas.
¿Cuándo se decidió a enseñar Lengua Española? Yo continuaba enseñando en la Escuela Brasil a la noche, y a la mañana seguía el profesorado, que fueron tres años. Se estudiaba ocho años antes de enseñar: cinco para enseñar en los grados y tres para la secundaria. Al terminar, me llamaron del Dante Alighieri, donde enseñé un año; al siguiente, me convocaron en la Escuela Normal para enseñar a las maestras de primaria; me dieron el 4.º grado, y tuve a mi cargo la formación de tres grupos. Luego me llevaron a la secundaria. Ahí comencé a enseñar Literatura, en otras actividades, porque también era profesora de Declamación.
¿Qué edad tenía? Ya tenía 21 años. Más adelante, comencé la carrera de Letras en la Universidad Católica, pero como tenía muchos compromisos familiares, la dejé. Posteriormente, cuando mis hijos crecieron, mi marido me dijo un día: "Inca, vos te estás desperdiciando inútilmente. Andate a la facultad, yo te voy a ayudar". No esperé a que me dijera dos veces; fui y me inscribí. Y realmente, él me apoyó muchísimo. Así terminé la licenciatura: con una casa, cuatro hijos y una mamá que ya estaba enferma, enseñando de mañana y tarde. Salí segunda mejor egresada; enseguida me ofrecieron la auxiliaridad, porque aunque era alumna todavía, ya fungí como auxiliar de cátedra. No fui ese año, pero luego, cuando se llamó a un concurso de cátedra, me presenté y gané. Enseñé desde 1978 hasta 1999, fecha en que decidí jubilarme para pasar más tiempo con mi familia. No obstante, seguí enseñando en el Colegio Teresiano, donde sigo hasta hoy, aunque desde este año ya no en aula.
¿Por qué razón? Son épocas distintas, con valores distintos, y dar tu vida por gente que no aprovecha Hay tanta laxitud en todo. Ahora estoy en la coordinación general de área.
A propósito de laxitud, ¿cómo ve el papel de los maestros en la transmisión de valores en la era de la tecnología y los medios de comunicación? Para mí, no son tanto los medios, sino internet, que hubiese sido un aliado para la educación, pero no lo es por las redes sociales, con todo lo que llega. Así, nuestra sociedad, que busca lo fácil, todo aquello que no exija, se vuelve light; por lo tanto, no se estudia, porque eso exige. No se tiene disciplina, que no significa portarse bien, sino tener un horario para estudiar, para levantarse, etc.; es decir, no se tiene esa disciplina interior, porque eso exige. Y con estas redes y lo que nos ofrece la publicidad, todo es fácil. Entonces el papel del maestro es muy débil, porque también hay maestros light, pero yo soy optimista, algo debe quedar.
¿Se siente realizada? Sí. Fui una esposa feliz con Óscar Acuña, soy madre de cinco hijos: Óscar, Dimas, Julia, Néstor y Waldo; no sé cuál es el mejor, y tengo 13 nietos que me adoran.
¿Y sus hijos postizos, sus alumnos? ¡Pero, por favor! Esos no son postizos, son mis hijos. Siempre que encuentro a uno de ellos, me dice: "Profe, usted marcó mi vida". Y entonces le digo a Dios: "Señor, fui tu mano". Al menos si marqué para bien, valió la pena.
Otras incorporaciones
Evelio Fernández Arévalos ocupará la plaza de don Hugo Rodríguez Alcalá. Es licenciado en Filosofía, egresado de la Facultad de Filosofía por la UNA y abogado por la misma institución. Por su parte, Gladys Carmagnola de Medina ocupará la plaza de don Roque Vallejos. Es poeta, autora de poemarios para niños y adultos.
ACERCA DE LA PROFE INCA
Estela Victoria Appleyard de Acuña, hija de Julio Óscar Appleyad Recalde y de Julia D´Almeida Salgueiro, egresó como Maestra Normal Superior, en 1954, y como Profesora Normal, medalla de oro, en 1957, de la Escuela Normal de Profesores N.º 1, donde más adelante ejerció la cátedra de Castellano y la Coordinación de Práctica en la Formación de Maestros. Estudió Letras en 1971 en la Facultad de Filosofía (UNA) y completó el doctorado en 1981. Fue profesora de Castellano y de Literatura en el colegio Experimental Paraguay-Brasil. Enseñó Comunicación en las carreras de Filosofía, Psicología y Periodismo en la Facultad de Filosofía (UNA) donde llegó a ser directora académica, y Castellano en la Facultad de Economía (UNA). Por varios años coordinó el área de Castellano en los exámenes de ingreso en las facultades de Filosofía, Agronomía, Politécnica, Economía y Derecho (UNA), y de Medicina de la Universidad Nacional de Itapúa, y actualmente en los de Medicina (UNA). Es autora de dos publicaciones colectivas de poesía y es coautora del libro La palabra escrita del Paraguay, publicado por Unesco-Mercosur.
Foto arriba: Imagen de la portada del 29 de mayo de 1997 del entonces suplemento Nosotras, donde la catedrática brindó una entrevista. Entre otras cosas, destacaba que "la docencia debe ser elitista, pero no de clases sociales, sino de aptitudes".
Texto Marisol Palacios || mpalacios@abc.com.py
Agradecimiento a Dic Muebles por el mobiliario
¿Qué significa para usted su incorporación? Una satisfacción muy honda, aunque también es un compromiso que asusta, pero creo que mi presencia puede ser útil en la parte lingüística. Estoy ya atenta a lo que me puedan pedir de modo de poder trabajar.
¿Ya tiene pensado algún proyecto? Sí. Por ejemplo, al principio me cuestionaba por qué el Diccionario de la Real Academia Española no incluía paraguayismos o, si lo hacía, era como de otros países de la región, no como nuestros. Sé del trabajo que hicieron miembros de la Academia, como Manuel Argüello, cuyo sillón yo ocupo, y Juan Aguiar, ayudados por mucha gente, y que se incluyeron algunas cosas. A lo mejor ahora, en esta edición próxima a salir ya incluyan también nuestros vocablos. Mi intención es trabajar en todo lo que pueda por nuestro castellano paraguayo.
¿Cuál fue el motivo de su vida? Siempre digo que la docencia es la razón de mi vida. Tenía 12 años cuando terminé la primaria y 13 al comenzar la secundaria. Yo quería seguir bachillerato porque quería ser bioquímica, aunque a los 12 años ya había leído todos los cuentos infantiles clásicos y toda una colección de 24 libros, que me regaló papá cuando pasé del 4.º al 5.º grado, y me parecían fascinantes; aun así quería ser bioquímica. Sin embargo, mamá quería que fuera maestra como ella, y papá, que había sido militar, luego de retirarse estudió Comercio, quería que siguiera esa carrera. Pero mamá ganó y estudié Magisterio.
Entonces nació su vocación. Yo fui una enamorada, una apasionada de mi profesión. Si muero, vuelvo a nacer y me dicen que tengo que volver a elegir, optaría de nuevo por la docencia.
¿Cómo fue su primera clase como maestra? Imaginate, tenía 17 años y me dieron el 5.° grado en la Escuela Brasil. Además de ser mi primer día de clase, porque era la escuela nocturna, y de enfrentarme a gente adulta mis alumnos en su gran mayoría eran hombres grandes, incluso señores, el director estaba sentado en mi clase. Así que fueron todas las emociones juntas.
¿Cuándo se decidió a enseñar Lengua Española? Yo continuaba enseñando en la Escuela Brasil a la noche, y a la mañana seguía el profesorado, que fueron tres años. Se estudiaba ocho años antes de enseñar: cinco para enseñar en los grados y tres para la secundaria. Al terminar, me llamaron del Dante Alighieri, donde enseñé un año; al siguiente, me convocaron en la Escuela Normal para enseñar a las maestras de primaria; me dieron el 4.º grado, y tuve a mi cargo la formación de tres grupos. Luego me llevaron a la secundaria. Ahí comencé a enseñar Literatura, en otras actividades, porque también era profesora de Declamación.
¿Qué edad tenía? Ya tenía 21 años. Más adelante, comencé la carrera de Letras en la Universidad Católica, pero como tenía muchos compromisos familiares, la dejé. Posteriormente, cuando mis hijos crecieron, mi marido me dijo un día: "Inca, vos te estás desperdiciando inútilmente. Andate a la facultad, yo te voy a ayudar". No esperé a que me dijera dos veces; fui y me inscribí. Y realmente, él me apoyó muchísimo. Así terminé la licenciatura: con una casa, cuatro hijos y una mamá que ya estaba enferma, enseñando de mañana y tarde. Salí segunda mejor egresada; enseguida me ofrecieron la auxiliaridad, porque aunque era alumna todavía, ya fungí como auxiliar de cátedra. No fui ese año, pero luego, cuando se llamó a un concurso de cátedra, me presenté y gané. Enseñé desde 1978 hasta 1999, fecha en que decidí jubilarme para pasar más tiempo con mi familia. No obstante, seguí enseñando en el Colegio Teresiano, donde sigo hasta hoy, aunque desde este año ya no en aula.
¿Por qué razón? Son épocas distintas, con valores distintos, y dar tu vida por gente que no aprovecha Hay tanta laxitud en todo. Ahora estoy en la coordinación general de área.
A propósito de laxitud, ¿cómo ve el papel de los maestros en la transmisión de valores en la era de la tecnología y los medios de comunicación? Para mí, no son tanto los medios, sino internet, que hubiese sido un aliado para la educación, pero no lo es por las redes sociales, con todo lo que llega. Así, nuestra sociedad, que busca lo fácil, todo aquello que no exija, se vuelve light; por lo tanto, no se estudia, porque eso exige. No se tiene disciplina, que no significa portarse bien, sino tener un horario para estudiar, para levantarse, etc.; es decir, no se tiene esa disciplina interior, porque eso exige. Y con estas redes y lo que nos ofrece la publicidad, todo es fácil. Entonces el papel del maestro es muy débil, porque también hay maestros light, pero yo soy optimista, algo debe quedar.
¿Se siente realizada? Sí. Fui una esposa feliz con Óscar Acuña, soy madre de cinco hijos: Óscar, Dimas, Julia, Néstor y Waldo; no sé cuál es el mejor, y tengo 13 nietos que me adoran.
¿Y sus hijos postizos, sus alumnos? ¡Pero, por favor! Esos no son postizos, son mis hijos. Siempre que encuentro a uno de ellos, me dice: "Profe, usted marcó mi vida". Y entonces le digo a Dios: "Señor, fui tu mano". Al menos si marqué para bien, valió la pena.
Otras incorporaciones
Evelio Fernández Arévalos ocupará la plaza de don Hugo Rodríguez Alcalá. Es licenciado en Filosofía, egresado de la Facultad de Filosofía por la UNA y abogado por la misma institución. Por su parte, Gladys Carmagnola de Medina ocupará la plaza de don Roque Vallejos. Es poeta, autora de poemarios para niños y adultos.
ACERCA DE LA PROFE INCA
Estela Victoria Appleyard de Acuña, hija de Julio Óscar Appleyad Recalde y de Julia D´Almeida Salgueiro, egresó como Maestra Normal Superior, en 1954, y como Profesora Normal, medalla de oro, en 1957, de la Escuela Normal de Profesores N.º 1, donde más adelante ejerció la cátedra de Castellano y la Coordinación de Práctica en la Formación de Maestros. Estudió Letras en 1971 en la Facultad de Filosofía (UNA) y completó el doctorado en 1981. Fue profesora de Castellano y de Literatura en el colegio Experimental Paraguay-Brasil. Enseñó Comunicación en las carreras de Filosofía, Psicología y Periodismo en la Facultad de Filosofía (UNA) donde llegó a ser directora académica, y Castellano en la Facultad de Economía (UNA). Por varios años coordinó el área de Castellano en los exámenes de ingreso en las facultades de Filosofía, Agronomía, Politécnica, Economía y Derecho (UNA), y de Medicina de la Universidad Nacional de Itapúa, y actualmente en los de Medicina (UNA). Es autora de dos publicaciones colectivas de poesía y es coautora del libro La palabra escrita del Paraguay, publicado por Unesco-Mercosur.
Foto arriba: Imagen de la portada del 29 de mayo de 1997 del entonces suplemento Nosotras, donde la catedrática brindó una entrevista. Entre otras cosas, destacaba que "la docencia debe ser elitista, pero no de clases sociales, sino de aptitudes".
Texto Marisol Palacios || mpalacios@abc.com.py
Agradecimiento a Dic Muebles por el mobiliario