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Gricelda (G) Rossi Schubert supo plasmar el arte en sus mejores obras: sus hijas Diana (D) y Vanessa (V).
Tal como se identifican en similitudes, las tres se reconocen diferentes en sus estilos pictóricos, que van desde el hiperrealismo, pasando por el abstracto, hasta las técnicas más experimentales. Madre e hijas hablan de sus emociones, trabajo y proyectos.
Diana cuenta que ella y su hermana optaron artísticamente por utilizar el apellido de su madre, porque heredaron de ella el oficio de pintar; su padre es veterinario.
Ellas comparten un taller, en el que dan clases y hacen sus obras. Con 35 años de trayectoria, Gricelda es reconocida por el hiperrealismo y sus innumerables exposiciones. Además de frutas, pinta paisajes, desnudos, flores, casas y estancias. Por su lado, Diana (31) es pintora figurativa y abstracta, se inspira en la música y la naturaleza; tiene premios y exposiciones a nivel nacional e internacional. Vanessa (22), la menor, no se queda atrás en fuerza y carácter pictóricos, hace figurativo moderno, experimenta con texturas, colores; intercala sus tareas entre las clases en Bellas Artes y sus estudios de violín.
Si bien Gricelda dejó la enseñanza y se volcó de lleno a la creación, las chicas dan clases a personas de todas las edades que llegan para, a través del arte o la escultura, canalizar sentimientos, alegrarse al descubrir una faceta, un talento que siempre postergaron.
¿Se habla mucho de pintura en la casa? G: Más que hablar, trabajamos. En este momento de la vida siento a mis hijas muy apasionadas por el arte.
¿Te permiten involucrarte en sus obras? G: Diana sí, ella sabe elegir los colores, yo solo la oriento, condimento. Vanessa es más experimentadora y no me permite tanto, le gusta probar cosas como yerba o café, da colorido con cosas naturales. Me gusta que busque su camino, su forma. D: Quién mejor que mi madre para corregirme, confío en su criterio y experiencia. Mis trabajos son al óleo, acuarela y técnicas mixtas. V: Yo también utilizo esos materiales. Realizo mis obras como a mí me gusta, pero si mamá me corrige algo, escucho, acepto.
¿Y quién corrige a la experta? G: Mi mayor crítico es mi público, incluyendo a mis hijas.
¿Se da algún tipo de competencia entre ustedes? G: No, cada una hace sus cosas. Cuando hago hiperrealismo, soy muy delicada y cuidadosa, no quiero que me toquen los pinceles porque se engrosan y se arruinan; necesito mucha precisión para esta tendencia pictórica.
¿Cuál es el camino de la inspiración para cada una? D: La naturaleza y la música. V: Puede ser algo que vi, que oí o algún pensamiento repentino. G: Cuando me viene una idea, esbozo en cualquier servilleta.
Cuando un artista busca su propia expresión, ¿cómo se toman los pedidos de fotos, dibujos, encargos? D: Me parece bien pintar lo que a la gente le gusta, es parte de nuestra labor. G: Un pintor tiene que complacer también a su público. V: Pinto sobre pedido, hago incluso sobre fotos, pero no me gusta copiar; necesito libertad para plasmar mis propias ideas.
El perfeccionismo es virtud y defecto, ¿qué creen ustedes? G: Somos informales, abiertas; el perfeccionismo puede limitar. D: A veces, la belleza está en la imperfección. V: No me gusta la perfección en el trabajo, por eso aprecio, pero no hago hiperrealismo, prefiero arriesgarme a cosas nuevas.
¿Cómo es el carácter de esta casa llena de mujeres? G: Siempre hubo matriarcado; mamá (abuela de las chicas) enviudó a los 28 años, mi hermano se fue pronto de la casa y yo soy separada. Nos llevamos muy bien entre todas, porque reina respeto por sobre todo.
¿El arte o la sangre las une con más vehemencia? D: Ambos, el amor al arte es muy fuerte; ayuda mucho a que hayamos logrado una relación armónica. G: Si no era la pintura, otro arte nos hubiese unido en esta casa: el baile o la música. V: Si hubiéramos tenido profesiones más tradicionales, no compartiríamos tantos momentos ni ideas ni calidad de sentimientos.
Con el mismo apellido, ¿no tienen miedo a que el público las confunda? G: No por el arte, porque nos diferenciamos; sí hay confusión con el nombre, muchos creen que me llamo Rosi, cuando en realidad es el apellido de mi abuelo italiano. D: Por añadidura, me suelen decir “Rosita”.
¿Cuánto pesa la ascendencia ítalo-alemana? G: Antes que nada nos sentimos paraguayas. Nos gusta viajar para conocer, pero ninguna quiere ir a vivir fuera de nuestro país. Nos gusta nuestra patria. V: Existen circunstancias buenas y malas. Lo que no me agrada es que el paraguayo siempre necesita caerle bien a todo el mundo; o el que apenas tiene un poco más de plata maltrata a los de menor condición.
¿En tu protesta figura ese look de cabello negro azabache? V: (Sonríe) Me gusta el contraste. Mamá lucía así antes y me encantaba cómo resaltaban sus ojos claros.
Lógicamente, el tema de los colores es esencial en la vida de ustedes. G: En la política es en lo único que no me gusta el color, pero amamos la luz y el color. De noche no trabajamos, solo pensamos. Para los comunes nos es difícil ser exactos en la definición de un color. D: Ahora se dice color “galletita” (ríe), “chocolate”, es una manera popular de aproximarse al tono. Pintamos de día, porque los colores son más fidedignos.
¿De qué tono perciben el futuro del arte en el país? D: Yo estoy muy a favor de estas políticas que difunden más el arte, los conciertos. Si los artistas trabajaran y pensaran en el bien común, serían buenos gobernantes.
¿Qué habría que cambiar en el pueblo a través del voto? G: Yo soy apolítica, pero voto. Vivo bien en Paraguay, soy muy casera, y estoy con mis plantas y con mi mate cuando no pinto. La gente debería cambiar su desesperación por el ritmo y las exigencias de vida. V: Yo no voto ni en blanco, porque el voto en blanco siempre va a favor del que ganó. D: Yo sí voto, hay que votar y conocer los mejores proyectos.
Chicas, ¿cuál es el legado más grande que tomaron de Rossi Schubert?
V: La veo una persona libre, no tiene problemas con nada, gran corazón, buena onda. Siempre fue una luchadora, es un ejemplo de mujer, porque logró vivir de su arte. D: La defino como una mujer feliz. En nuestra familia, la felicidad es hacer lo que a uno le gusta.
¿Cómo interfiere lo íntimo, hablo del amor de sus hombres en esta vida matriarcal? V: Mamá siempre fue muy respetuosa y nos enseñó a serlo. No nos oponemos a que mamá tenga pareja si así lo desea, tiene derecho. Yo estoy en pareja, mi novio es ingeniero en Informática (aparte toca la batería) y me apoya en el arte. G: Antes que nada está la libertad, aunque tenga pareja, nunca me siento atada. D: La base de la buena convivencia es el respeto. Estoy de novia con un ingeniero, tengo planes de casarme y tener dos hijos.
Una pincelada de autocrítica de cada una. (Silencio). D: Creo que a todos nos cuesta ser autocríticas. A mí me falta salir un poco más, descuidar menos a mis amigos. Soy hipersensible, puedo no hablarte un día entero y después ir a abrazarte. V: Soy muy nerviosa a veces, toda la familia tiene carácter fuerte. G: Yo sigo el proverbio chino: “Si un problema no tiene solución, ¿para qué preocuparse? Y si lo tiene, ¿para qué preocuparse?”. Con los años, uno aprende a tomarse la vida con más calma.
Planes pintados
Gricelda continúa con sus exposiciones junto a Michael Burt y Jorge Von Horoch. “Iniciamos estas exposiciones en diciembre pasado con gran éxito. Queremos llevar al interior del país, donde existe un enorme deseo de conocer más autores paraguayos”. Por su parte, Diana prepara una muestra individual en el Citibank para la segunda quincena de mayo y otra colectiva en setiembre. Acaba de viajar a Washington para una presentación de tres obras. Vanessa despliega sin prisa su pincel joven, le cursaron una invitación para exponer en un concierto de rock. Ella, amante de los animales, fue quien introdujo a Charly en el hogar, “es nuestro gato 'delmer'”, dice y Diana humaniza de inmediato: “Es un gatito ‘de corazón’”. Gricelda delata que más de una vez encontró sus cuadros puestos a secar llenos de huellitas, “no tengo que pensar demasiado quién fue”, apunta maternalmente. Diana comenta que suele enchastrar las patitas del manso felino en distintos colores y las apoya en un lienzo, “en esta casa, hasta el gato es pintor”, remata con una sonrisa.