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Laura Torres de Vázquez (40) enfoca su vida en su felicidad familiar y busca, además –a través de charlas y talleres–, que otras familias logren ese bienestar propio de un matrimonio unido con hijos dichosos.
Madre de cinco hijos –Sofía (14), Andrés (13), Ana Lucía (9), Guadalupe (4) y Ernestina (10 meses)– comenzó a hacer consultorio hace apenas cuatro años, sin embargo, su experiencia en el tema se acumula desde muy joven, cuando siendo docente y orientadora trabajó durante largo tiempo en la educación, ayudando y guiando a los padres con herramientas concretas en la crianza de sus hijos.
Su experiencia en el tema también la sitúa hoy como una profesional capaz de ayudar a matrimonios y parejas en la resolución de conflictos. Parte de I Care, un equipo especializado en la atención integral a la mujer, al matrimonio y la familia, ella nos explica cómo lograr hoy en día una familia unida y feliz.
¿Hace cuántos años estás trabajando en orientación familiar? Consultorio como tal lo vengo haciendo hace cuatro años, pero ya en el colegio donde trabajaba anteriormente me desempeñaba como orientadora, era como hacer consultorio de manera indirecta, trabajando con las familias, con los padres, guiando a las profesoras en los planes de acción para aplicarlos con las alumnas y en el desarrollo de todos los aspectos de la persona para la adquisición de virtudes humanas. Fue así como entendí que el 90% de los problemas que presentaban las alumnas tenían su origen en la relación de sus padres, lo cual se evidenciaba en las entrevistas diarias con los mismos.
¿Por qué ese campo? Desde muy joven quise ser profesora. Amo enseñar y, para mí, la educación es definitivamente una vocación y una pasión, y claramente el pilar de la sociedad. Trabajé 15 años en un colegio, y aunque antes lo hice tres años en una entidad financiera, siempre supe que esa labor era solo un tiempo para pagar mis estudios. En aquel tiempo siempre pensaba: “Yo no quiero trabajar toda mi vida solo para ganar dinero”, y luego de tenerle a mi segundo bebé surgió la posibilidad de hacer el masterado en educación familiar, lo que reencaminó mi proyecto profesional así como mi manera de educar. La puesta en práctica de lo que iba estudiando me ayudó a replantearme muchas cosas y, sobre todo, supuso un vuelco de 180 grados en la educación de mis hijos. De todos modos, educar no es fácil, y sigo teniendo mis errores y aprendiendo todos los días.
Hablaste sobre la relación de hijos y padres, ¿cómo describís a la familia paraguaya? La familia paraguaya por lo general es unida, colaboradora; le gusta compartir, vivir cerca, realizar actividades juntos y disfrutar de cuidar las ocasiones festivas y, sobre todo, celebrar alrededor de la comida. Actualmente considero muy positivo que los padres estén involucrándose cada vez más en la educación de sus hijos, tomando conciencia del impacto a futuro que esto supone para ellos. También valoro que hoy, muchas mujeres que hace unos años trabajaban fuera del hogar están optando por quedarse y priorizar la educación de sus hijos, aunque esto suponga menos holgura económica. Por supuesto, esto a veces es posible, otras veces no, y eso tampoco quiere decir que no se priorice a los hijos.
Otra ventaja de la sociedad paraguaya es que muchos padres pueden contar con los abuelos, quienes ayudan dentro de sus posibilidades y cuyos aportes en todos los sentidos hace mucho bien a los niños.
¿Se puede decir entonces que las familias en nuestro país hoy en día están más unidas? Depende mucho del ambiente en el que uno se mueva. La verdad creo que la sociedad paraguaya es muy heterogénea, contamos con todos los modelos de familia, y lo mejor es que somos una sociedad que lucha por cuidar y mantener las tradiciones, lo cual es muy importante para el arraigo y la identidad paraguaya.
¿Cuál es hoy el papel de las redes sociales e internet en la familia? Tienen un efecto sumamente poderoso en la educación de nuestros hijos. Los padres –sobre todo padres de adolescentes– creemos que nuestros hijos la tienen clara con la tecnología; sin embargo, la misma les expone a tantos peligros, como la pornografía,
el grooming, el sexting, cyberbullying y ni hablar de la adicción. Creo, y veo en consultorio, que aún no estamos tomando conciencia de los daños, incluso físicos que supone la exposición sin supervisión a la tecnología. Y ni mencionar que los chicos, aunque sean adolescentes responsables y concienzudos, no tienen aún totalmente desarrollada la voluntad y el autocontrol –estos todavía están en periodo de formación– y, por lo tanto, tampoco tienen la capacidad emocional para manejar las situaciones a las que se pueden estar exponiendo. No se trata de eliminar ni prescindir de la tecnología, pero nuestros hijos deben tener pautas claras, comunicación constante con nosotros y, sobre todo, límites en el uso.
En tu trabajo como orientadora familiar ¿con qué tipo de conflictos te encontrás habitualmente? Existen dos frentes que se han instalado en la educación y es fundamental tomar conciencia del daño que ocasionan: la sobreprotección y la falta de límites. A ninguna mamá le gusta escuchar que es sobreprotectora, pero la verdad es que caemos fácilmente en ello. Cuando sobreprotegemos, estamos teniendo una idea errada de lo que es el amor a los hijos, pues les solucionamos todo, les evitamos que sufran, les proporcionamos cosas materiales innecesarias, nos entrometemos en sus relaciones sociales y de este modo, les estamos privando de la posibilidad de desarrollar por sí mismos habilidades y destrezas que necesitarán el día de mañana. El mensaje que en realidad les estamos enviando es que ellos no son capaces de hacerlo por sí mismos y, sin querer, estamos dañando su autoestima. Por supuesto, de adultos sufrirán las consecuencias, porque que la vida no es fácil. Y con relación a la puesta de límites, los mismos son fundamentales para ofrecerles a los hijos un marco alrededor del cual ellos pueden moverse. Los límites bien claros y debidamente establecidos proporcionan seguridad a los hijos. Todos necesitamos límites, incluso los adultos, cuánto más lo necesita un niño en plena edad de formación. Si no somos capaces de poner límites a nuestros hijos todavía pequeños, mucho menos lo conseguiremos cuando sean adolescentes.
Hablás de todo esto en talleres familiares que dictás frecuentemente... Sí, estoy habituada a dar charlas desde que trabajaba en el colegio, sobre todo cuando me desempeñaba como orientadora y tenía a mi cargo la formación de los padres y las profesoras. Pero luego, al independizarme, comencé a dar charlas sobre temas varios relacionados con la educación de los hijos y sobre los distintos aspectos que abarca la vida matrimonial. También trabajé un par de años como instructora de un programa de formación del carácter y sexualidad de los adolescentes llamado Protege tu Corazón, dictando talleres a padres y adolescentes. Actualmente, los casos que más tengo en consultorio son los relacionados con los conflictos de pareja. Como en nuestro país no hay posgrados sobre el tema, me formé en ello a través de lectura de buenos libros y varios cursos en Buenos Aires. Este tema de trabajar con matrimonios en conflicto es un ámbito aún poco aprovechado por las parejas en nuestro país, pues mucha gente aún es reacia a pedir ayuda profesional o simplemente no cree en ello. Pero cuando deciden hacerlo, y ambos quieren y ponen de su parte, es posible derribar muros y reconstruir matrimonios.
¿Proyectos cercanos? Tengo muchos, pues los proyectos lo mantienen a uno ilusionado. Algún día, por ejemplo, me gustaría conformar un instituto para la familia que abarque todas las especialidades relacionadas con la misma: orientación familiar, psicología, psiquiatría, fertilidad e incluso el ámbito espiritual.
Laura Torres de Vázquez
Licenciada en Ciencias de la Educación por la Universidad Católica de Asunción y máster en Educación Familiar por el Instituto Europeo de Estudios de la Educación, es orientadora familiar y parte del equipo especializado en mujer, matrimonio y familia I Care.
Bienestar familiar
Bienestar es “el conjunto de cosas necesarias para vivir bien”, y el bienestar familiar, un “estado multidimensional de bienestar entre los miembros de la familia”. Para lograrlo se deben crear hábitos familiares positivos y un estilo de vida que promueva la salud en general.
Fotos Heber Carballo, gentileza