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Hacer la vida más fácil a los demás es la consigna principal, lo que conlleva conlleva a unas aptitudes y actitudes que permitan desarrollar nuestra actividad de forma correcta. Lo que nunca decimos es que al ser nosotros los protagonistas o los invitados a un evento nos resulta un tanto complicado desconectarnos del traje ceremonialista o protocolista.
En primer lugar, compaginar y lograr adecuar nuestro horario a cualquier actividad fuera del trabajo es una misión casi imposible, y si lo logramos, de todas maneras estamos pendientes de alguna tarea que dejamos (para las próximas semanas... o meses, incluso).
Una vez que logramos el tan ansiado tiempo, viene el segundo y no menos importante dilema, al abrir nuestro placar, por alguna razón o inercia, nuestro vestuario siempre se decanta por el color negro, y no solo negro, nuestros modelos son casi por completo iguales, dignos del closet de Ángela Merkel.
Una vez que logramos quedar puestas/os con un buen vestuario, queda la otra fase: llegar al lugar del evento; no es exagerar si les digo que la primera persona que nos recibe es, por lo general, una persona conocida, así que el objetivo de desconectarse del trabajo ya quedó anulado.
Luego de que fuimos recibidos, y ubicados en nuestro sitio, empezamos a medir por inercia los tiempos, las ubicaciones de las personas, el lugar del escenario, si hay símbolos patrios (si se encuentran bien ubicados), si hay escaleras para que los protagonistas puedan bajarse con comodidad, si hay arreglos de flores (si el tamaño es adecuado), y así seguimos tratando de ser invitados y no estar sumergidos en nuestra profesión.
Después llega el momento cumbre, si hay un servicio de catering o algún tipo de comida, le encontramos a otro gran compañero de nuestro trabajo diario, como mencioné, igual que la persona que nos recepcionó, por lo general, el mozo es nuestro conocido, y de nuevo vamos a relacionar nuestra tarea diaria con el evento al que asistimos.
Y, por último, un bonus track, suena o llega un mensaje en nuestro compañero inseparable: “Se agendó a última hora un evento…”
Así transitamos situaciones propias de nuestra profesión, pero que estoy segura, ninguno/a está arrepentido/a de pasar, y solo quedan como una anécdota para las generaciones futuras, de una profesión apasionante, solidaria, respetuosa, de equipo, que se encuentra en desarrollo constante, porque “Protocolo y Ceremonial es eso, todos para uno y uno para todos”.
Hasta la próxima entrega…