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Las buenas costumbres son una manifestación de la cultura y elegancia, esenciales en la buena educación de una persona. Estos componentes hacen que fomentemos el respeto a las personas con las que nos relacionamos, el respeto a los valores y el saber comportarse en la sociedad como cultura de vida.
El saber ser es un aspecto que forma parte de nuestra identidad, la que hace que seamos o no más sociables con espontaneidad y sencillez en el trato y modo de proceder, el ser uno mismo, aceptando nuestros propios defectos. Esto es sin interpretar ningún papel ni fingir, actuando con sencillez, discreción, tacto y prudencia, sin olvidar que la simpatía forma parte de la personalidad.
Ahora bien, no debemos confundir simpatía con empatía ni con ser o hacerse el gracioso. La empatía se refiere a la capacidad de sentir lo mismo que la otra persona, es decir, ponerse en su lugar. Y al hacerse el gracioso, a veces, se podría llegar a ofender o propiciar un malestar a algunos individuos.
El saber estar implica educación y cortesía con la gente que nos rodea. Nos marca las pautas de comportamiento en el trabajo, con la familia, en la mesa, la forma de vestir para cada ocasión, la forma de expresarnos, las normas de conducta, etc.
En la actualidad, la formación académica e, incluso, la experiencia profesional forma parte del currículum de millones de personas y, aún así, con ese historial curtido a base de esfuerzo y dedicación, muchos no encuentran el necesario puesto de trabajo.
¿Cuál es la característica que diferencia a estos profesionales que ofrecen un currículo similar? Sin lugar a dudas, la educación, la cortesía, el “saber estar”. ¿De qué valen todos los conocimientos y experiencias si no se sabe comportarse correctamente en las relaciones sociales y profesionales?
Hasta la próxima entrega…