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El proyecto de la Organización CSIRO y la Universidad de Tasmania requiere el afeitado de cada abeja para colocarle el sensor que busca contribuir a mejorar la producción de miel. Los sensores, que miden 2,5 por 2,5 milímetros y un 20% del peso que suele cargar una abeja, actúan como un etiquetado electrónico que registra su paso por un determinado puesto de control. Los datos obtenidos ayudarán a los científicos a entender cómo se mueven las abejas en un espacio y los cambios en su comportamiento, así como a evaluar el impacto de los pesticidas y desvelar las claves del declive de la población de estos insectos en todo el mundo.