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Además obligó a renunciar a decanos de otras facultades de la Nacional, que probablemente no querían seguir el mismo camino que Froilán.
Desde todo punto de vista, un logro de una masa joven que entendió el mensaje del Papa de aquello de hacer lío para evitar las injusticias.
Pero también el Papa recomendó que ese lío sea bien organizado.
Entonces nos encontramos con que los estudiantes tomaron el campus de la Universidad. Cumplen el papel de seguridad y catean a todos. La situación llega a afectar el cobro de haberes de algunos funcionarios.
Nos encontramos también con que un grupo de estudiantes, que es el que hace más ruido, se opone a la intervención del Cones y alega la autonomía universitaria, mismo argumento que utilizan los decanos a quienes cuestionan.
Además ese grupo es el que señala que la movilización será sine díe y se opone a la continuidad de clases.
Un líder es el que lleva por buen camino al grupo que le toca conducir. Es decir para beneficio de todos y respetando las leyes.
Es legítimo que los estudiantes manifiesten su desconfianza hacia las autoridades, pero el camino no es suplirlas en sus funciones porque allí se estaría a un paso de la anarquía.
Los estudiantes tienen razón acerca de que no se debe dejar la lucha contra la corrupción para evitar el famoso oparei.
Sin embargo, la solución no pasa por paralizar las actividades académicas, ni formar patrullas estudiantiles.
Los estudiantes deben ser contralores de esta reforma universitaria que no se debe detener. La movilización fue un instrumento exitoso, que no necesitó de la agresión, ni tampoco de la prepotencia para lograr objetivos.
Es de esperar que esta primavera estudiantil continúe, pero que tampoco se convierta en un efecto búmeran para lograr la anhelada y urgente reforma universitaria.
ocaceres@abc.com.py