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“Pido perdón por los errores del partido y pido perdón a los excluidos de este país, porque este gran partido con vocación de masas, con vocación popular, muchas veces no ha actuado en favor de la justicia social y en favor de las oportunidades para muchos excluidos. Y en nombre del partido hubo gente que se aprovechó de su posición, de manera individual, y se interesó poco por el destino colectivo de esta gran nación”, afirmó ante sus colegas.
La senadora fue la única que se expresó en ese contexto. Su colega Lilian Samaniego se preocupó en recordar que el gobierno colorado llevó adelante grandes obras como las hidroeléctricas de Itaipú y Yacyretá.
Son 128 años de vida de un partido que indudablemente por su masa tiene ascendencia en lo estratos políticos del país.
Pero no por ello debe ignorar la negra historia de la cual fue protagonista durante 35 años.
El gobierno militar de Alfredo Stroessner se cimentó sobre las bases del Partido Colorado. Producto de ello, además de las grandes obras –que dicho sea de paso constituyen obligación para cualquier gobierno– el Paraguay heredó el sistema prebendario vigente en la administración pública, la corrupción como modo de progreso económico y una deficiente calidad en la formación educativa, entre otras “perlitas”. Sin contar los muertos, presos y torturados por no comulgar con las mismas ideas.
El recuerdo de la dictadura es la piedra en los zapatos de aquellos colorados que se beneficiaron con el stronismo.
Reconocer los errores es de grandes y ayuda a mirar hacia adelante. Negarlos es de necios y esquivar en forma cobarde la mirada hacia un futuro beneficioso para todos.
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