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Se trata del abogado Jorge Chueco, sorprendido y detenido en la habitación 409 del Le Club Resort Hotel de Encarnación, al que ingresó con el falso nombre de Antonio Cubilla y de donde fue expulsado a su país después, luego de cuatro horas de haber sido descubierto por espías de la policía argentina.
Durante el breve tiempo récord del apresamiento del extranjero, Encarnación se convirtió en el centro de atención internacional, pues se estaba ante un “resucitado” que tendría las claves de una fortuna malhabida incalculable que busca recuperar Argentina.
Minutos después de divulgarse las primeras noticias sobre el apresamiento del buscado famoso, como por arte de magia, aparecieron los letrados invocando mandatos de organizaciones humanitarias interesadas en llevar a “debido proceso” a Chueco.
Pero las intenciones de los avivados quedaron frustradas, porque el mandamás que estaba a cargo del operativo tomó una decisión inesperada y dispuso la expulsión inmediata del extraño.
Terminaron así la esperanza y los proyectos de una legión de chicaneros o profesionales en prolongar procesos a cambio de dinero con promesa de protección e impunidad.
Pero no todo acabó ahí, porque después de la partida del reo a su patria surgieron denuncias sobre irregularidades que se habrían registrado en el momento de la captura, como el supuesto ocultamiento de valijas del “dinero K” y la destrucción intencional de la filmación del circuito de seguridad del hotel.
Una vez más, la sospecha de que actos turbios rodearon a un procedimiento judicial-policial de trascendencia internacional, esta vez relacionada a maletas de plata sucia kirchnerista que cambió de ruta justamente en Paraguay, donde los buitres proyectaban repartijas y festines.
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