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En primer lugar hay que decir que ante jueces de esa envergadura, como los que pudimos apreciar en la audiencia pública de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, es difícil que se tuerzan las cosas.
Estamos hablando de juristas con una alta preparación intelectual, conocimiento acabado del derecho, capacidad de oratoria y con la competencia de absorber los conflictos, sin que importe la distancia. Un ejemplo positivo para todos.
Una segunda lección es que ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos no se puede llegar con gritos, llantos y sesgo ideológico. No es suficiente.
La denuncia debe tener el sustento necesario para llegar a esa instancia. No basta con una simple situación de que hay sospechas de que algo ocurrió, sino que los elementos deben ser sólidos para ser debatidos.
Y acá el mensaje no solo va para los denunciantes sino para la Comisión Interamericana de Derechos Humanos que recomendó que la acusación llegue hasta la Corte IDH.
El tercer mensaje que deja esta sentencia es que una situación anómala no puede dejar de lado otra. Resultó evidente la intención de los demandantes de mencionar un caso de tortura y desaparición forzosa y, a la vez, obviar que una mujer estuvo 64 días en cautiverio, en lo que fue el inicio de los secuestros que hasta hoy persiste de la mano del grupo criminal autodenominado EPP y otros afines.
Un cuarto mensaje es que las demandas ante el CIDH no deben constituirse en una intención de fraude procesal con un objetivo económico. Lo adelantó uno de los jueces cuando puso en duda que el pedido que hacían los demandantes era “simbólico”.
Y una quinta lección debe ser tomada por nuestro país para que no se repitan errores que nos lleven a este escenario que pone en vilo al país.
¿Cómo se llegó a esto? ¿Por qué Juan Arrom y Anuncio Martí, considerados los responsables del secuestro de María Edith, antes que ser detenidos aparecieron en una casa con rastros de golpizas y denunciando que un grupo parapolicial los retuvo durante 17 días?
¿Cómo se pudo pervertir la investigación al punto tal que los señalados como secuestradores terminaron siendo víctimas?
La desprolijidad con que las autoridades e investigadores actuaron en ese momento facilitó al fuga del país de Juan Arrom, Anuncio Martí y Víctor Colmán.
Los tres no solo se fugaron, sino lograron el estatus de refugiados en Brasil, con lo que dejaron malparado al Gobierno paraguayo.
Esta es la hora de corregir todo lo mal que se hizo en el caso de María Edith, que es el eje de esta historia.
Paraguay debe insistir a Brasil no solo que corresponde la extradición sino tome las medidas para evitar que se fuguen como ya lo hicieron en el 2003.
Un eventual juicio oral a Arrom, Martí y Colmán será importante no solo para juzgar la conducta de los mismos, sino se constituirá en la oportunidad para conocer por qué no se cortó de raíz el negocio del secuestro en el Paraguay que ya costó la vida de Cecilia Cubas, Luis Lindstron, Robert Nato, Erika Reiser y Abrahán Fehr.
ocaceres@abc.com.py