Cárcel del Perú, con nuevo sistema de reinserción de reos

Las cárceles del Paraguay están superpobladas y el régimen penitenciario es un caos total, ya que dentro de los presidios existe todo tipo de tráfico y consumo de drogas. Los mismos familiares de los internos muchas veces son los que llevan los estupefacientes a los reclusorios. Sin embargo, no existe una política de reinserción bien encaminada. Hace unas semanas, dos peruanos que están trabajando desde hace tiempo en una de las cárceles más grandes y conflictivas de su país como es el penal de Lurigancho, asentado en Lima, vinieron a exponer un novedoso trabajo en redes que hacen en el presidio para sacar a los reos de las drogas. El reclusorio, según contaron los extranjeros, tiene capacidad para 3.000 personas pero hoy alberga a 10.000 presos.

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Antonio Vargas y José Luis Sichi vienen llevando adelante un plan para evitar la exclusión social de lo internos. Los visitantes señalaron que dentro del presidio de Lurigancho existe una miniciudad. “Dentro del predio penitenciario, aparte de las celdas, hay de todo. Se tienen supermercados, tiendas y otros locales que son administrados por los internos; nosotros trabajamos con toda la población en varios puntos, pero le ponemos un acento principalmente a las adicciones y la exclusión social” explicó Vargas.

“La gente privada de su libertad tiene problemas para acceder a la alimentación, a la salud, la asesoría legal y otros servicios. El tratamiento que damos tiene un enfoque en mejor la calidad de la población penal y dentro de esa población hay mucho consumo, como es en la calle. Lo que se vive dentro del presidio es solo la réplica de la realidad externa”, comentó Vargas”.

Cuatro ejes

“El trabajo que hacemos es de terapia de red y se trabaja sobre cuatro ejes, que tienen su orientación en la prevención, desde una óptica nueva. La prevención desde las personas que no tuvieron contacto con la sustancia, para evitar su entrada al mundo de las drogas, pero ahora lo que se quiere hacer es la reducción del daño en los consumidores y prevenir que siga empeorando, también darle asistencia básica, como alimentación, salud y educación. El tercer punto es justamente la educación, ya que asistencia básica sin educación es asistencialismo, y esa no es la idea. El cuarto punto es la terapia médica y sicológica, darles asistencia a todos los tratamientos y que no necesariamente llevamos nosotros adelante, sino que ya existe dentro del penal y nuestra labor es articular eso para que llegue al interno”, explicó el entrevistado.

“El modelo que estamos implementando tiene tres años y los resultados son todavía preliminares, tienen que ver más bien con la organización de los mismos internos que es una estructura muy fuerte, en un espacio donde deben haber 3.000 hay 10.000 internos”, apuntó Vargas.

Si bien explicó el entrevistado que la cárcel de Lurigancho es el reclusorio más grande y emblemático de Perú, hoy en día está más organizado y no hay tantos desmanes como en otras épocas en que sí el sitio era un lugar de mucha violencia y de caos. Actualmente es menos agresivo con sus mismos internos.

Hay mucha droga dentro del penal y de gran corrupción, lo que hace que muchos estupefacientes sigan entrando en el lugar. Más del 50% de la población penal consume estupefacientes, según las estadísticas que manejan dentro de la misma penitenciaría.

De este grupo hay otra vez una masa que está en un plano de mayor vulnerablilidad y son los que están más desprotegidos.

Lo que destacaron los visitantes es que los mismos internos son los que van ayudándose entre ellos para lograr vencer sus adicciones y la lucha es de todos los días.

Hacinamiento, el peor mal

En las cárceles paraguayas el tráfico de drogas y consumo es muy elevado. En las requisas que se hacen se suele incautar desde marihuana, crack y cocaína hasta somníferos. Además gran cantidad de bebidas alcohólicas que son introducidas por los familiares de los internos o por los mismos guardiacárceles en muchas ocasiones.

No existe un control adecuado sobre qué entra o no en los reclusorios. Solo cuando hay un exceso de violencia o hechos que salen de control se requieren las requisas. Las diferentes religiones que tienen sus capillas dentro de los centros penitenciarios son las que se encargan en gran medida de tratar de sacar a los presos del mundo de las drogas. En varios casos lo logran, pero en la mayoría de ellos es una misión casi imposible por el mismo ambiente insano que se vive tras las rejas.

José Luis Sichi explicó que en Perú el Estado tiene una política de reconocimiento del problema de los adictos dentro de las cárceles y que eso ayuda mucho a que el problema sea enfocado de una manera más seria. También existen pequeñas iglesias que dan ayuda a los internos en su reinserción.

“Con la familia se tiene que hacer un trabajo dentro y fuera. El entorno es muy importante para que el interno no vuelva caer en las drogas al dejar el penal”, apuntó José Luis Sichi.

“Parte del trabajo es que los presos que salen de las drogas y los que consumen den su aporte a la reinserción. Acá la óptica es que todos estamos incluidos en el problema y todos nos ayudamos. En dos años el sistema va a andar con un piloto automático”, apuntó Antonio Vargas.

La inclusión

“El secreto de este nuevo método es incluir y no excluir. Que los mismos internos incluyan a los demás que sean más organizados. En este momento tenemos mucho optimismo, hay una visible transformación en las formas de vidas, todos se rigen por normas. Se ayuda al que consume a que vaya dejando los estupefacientes y hay inclusión, que es a lo que se apunta”, recalcó Antonio Vargas.

Este mismo plan es el que presentaron los dos expositores peruanos a varias autoridades penitenciarias y del Gobierno. La idea es ir copiando los modelos positivos y lograr que los presidios en Paraguay tengan también este tipo de saneamiento.

Actualmente en las cárceles locales la mayoría de los presos llegó allí por delitos relacionados con el tráfico y consumo de drogas. No se apunta a la prevención, hay más despliegue de fuerza en la represión que en la educación de los peligros que conlleva el consumo.

victor.franco@abc.com.py

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