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El mercado nacional hoy en día está bien surtido, se traen muchos vinos de excelente calidad, es más, siempre digo que Asunción se ha convertido en un mercado muy interesante para todos. Pero siempre va a quedar algo pendiente: traer vinos cuesta caro y su proceso de registro también cuesta dinero y bastante tiempo, y al no tener un libre comercio entre los países del Mercosur y asociados, la posibilidad de acceder a los pequeños productores se vuelve totalmente imposible o, más bien, inviable.
Por lo que veo, es muy difícil poder tener estos vinos en Paraguay, ya que el interés por descubrir etiquetas no comerciales es aún muy pequeño en nuestro mercado.
De viaje otra vez
Pero vayamos a los vinos de altura, específicamente a la región de Tarija, Bolivia. Esta región tiene una plataforma vitivinícola con más de cien años de tradición en el cultivo de uvas, tanto para su consumo como fruta, como en la elaboración de vinos con las uvas vitiviníferas. Ubicados a una altura entre los 2100 y 2400 msnm, estos viñedos están muy expuestos a los rayos solares y por ello las uvas desarrollan pieles más gruesas y más azúcar. Esto les da mayor expresión y, sobre todo, hace que sean más resistentes a la lluvia que cae normalmente justo en época de cosecha.
Llegamos a Tarija desde Asunción por la ruta 81 de Argentina, totalmente asfaltada hasta allí. Son 1119 km, unas 12 horas de viaje. Era el día 12 de enero, a días nada más de comenzar la cosecha. El suelo aún estaba húmedo porque había llovido. Ya por el camino pude percibir que los viñedos estaban bien cargados de fruta, lo que me llenó de alegría.
Al día siguiente, ya teníamos marcadas las visitas a diferentes bodegas, así que primero fuimos a la Bodega Kuhlmann, especializada en espumantes de la marca Altosama. Allí degustamos tres espumantes de mucha calidad: el Altosama Brut, que era rico y muy frutado tanto en boca como en nariz; el Altosama Demi Sec, un vino bien elaborado, con toques entre cítrico y dulzón que lo hacían muy fácil de beber, y, por último, el Altosama Rosé, que me sorprendió por su calidad, elaborado con uvas como Marselan, Tempranillo y Pinot Meunier. Creo que el primero y el último fueron los que más nos gustaron a todos, ya que viajamos un grupo de ocho en esta aventura por las alturas.
El Singani
Seguidamente visitamos dos destilerías de Singani: Los Parrales (más moderna) que produce un Singani fantástico, muy aromático, y Casa Real (más clásica), donde después de haberlo probado decidimos que produce un Singani menos aromático, pero sí más consistente, por así decirlo. El Singani es una bebida doble o tridestilada de vino del varietal Moscatel de Alejandría, una uva blanca. Es una bebida fuerte de excelente calidad, la cual es más que agradable para beber y disfrutar, tanto por sus aromas como por sus cualidades en boca. En promedio se necesitan siete litros de vino para poder producir un litro de Singani.
A la tardecita/noche nos esperaban en la Bodega Campos de Solana, allí, junto a su enólogo Nelson Sfarcich y el conocido enólogo chileno Pedro Contreras (enólogo de Errazuriz) tuvimos una de aquellas catas inolvidables, con muchos excelentes vinos para testear, ya que estaban en pleno proceso de elaboración de las combinaciones para sus futuros vinos blend. Tuvimos la suerte de estar allí en esa ocasión, pero también pudimos degustar los vinos que ya se están comercializando dentro del mercado boliviano y europeo, adonde exportan principalmente.
Preciados lectores, me faltan líneas para contarles todo, pero bueno, no nos apuremos que tendrán más para leer.
¡Salud a todos! y hasta el próximo sábado.
oligayet@hotmail.com