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Francesco Procopio dei Coltelli, conocido en Francia bajo el apodo de Le Procope, jugó en la nieve durante su niñez. Esta se mezclaba con jugos de fruta y miel, para hacer un tipo de sorbete. Este precursor del helado era comido tanto por los ricos aristócratas como por los campesinos. Así surge la idea de Procopio de desarrollar el helado. Su abuelo, Francesco, construía máquinas refrigerantes para hacer helado en su tiempo libre. Francesco dejó esta invención a Procopio como herencia y este le realizó varias mejoras. Cuando sintió que la máquina estaba lista para la producción de helado en gran escala y se decidió a promover el producto, abandonó Sicilia y fue a Francia.
Procopio adquirió los conocimientos culinarios probablemente en Florencia o Palermo, en su viaje a Francia. Llegó a París en 1670 o 1674. Antes de que Procopio arribara a Francia existían otros cafés, pero no se llamaban así en ese entonces. En 1686 abrió el café Le Procope, por la versión francesa de su nombre. Era referido como un “antro” (caverna o cueva) porque era muy oscuro en su interior, incluso cuando había un sol brillante afuera. Procopio compró un sauna y sus accesorios (candelabros de cristal, espejos de pared, mesas de mármol, etcétera) fueron removidos e instalados en su café; estos ítems ahora son estándar en los cafés modernos europeos.
Procopio había aprendido alrededor del 1680 cómo hacer una bebida de hielo y limón usando sal para bajar su temperatura y mantenerla fría más tiempo. Obtuvo una licencia real especial del rey Luis XIV para vender una variedad de refrescos, incluyendo especias, bebidas heladas de cebada, anís, naranja, canela, y su versión mejorada del helado italiano, basada en limón y naranja. Más tarde agregó café a su lista de bebidas y su tienda se convirtió en una auténtica cafetería. Así fue que introdujo el helado italiano en su café y fue uno de los primeros en vender este producto directamente al público, sirviéndolo en pequeños cuencos de porcelana.
Por entonces, las mujeres permanecían habitualmente encerradas en sus hogares y no eran admitidas en ningún lugar, hasta que funcionó el café de Procopio. Además de café, té y chocolate (bebidas de moda) se les servían pasteles, helados, sorbetes y todo tipo de confituras. Su café fue un boom para la época.
Una buena idea de Procopio fue pegar carteles con las noticias del día en su establecimiento. Así, rápidamente, los cafés se convirtieron en lugares de información, discusión y propagación de rumores. El Procope se convierte también en el primer café literario del mundo: allí se reunieron Voltaire, Diderot, Buffón, Montesquieu, Rousseau, Marmontel… El Café de Procopio es considerado la primera cafetería moderna y es la más antigua cafetería parisina que sigue abierta en la actualidad, situado en el VI arrondissement (el sexto distrito de París), en la rue de l'Ancienne-Comédie número 12.