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Por tradición y costumbre, es más fácil imaginarlas sobre una tostada que en un bocado de carne. Y sin embargo, los resultados pueden ser espectaculares cuando acompañan platos salados. Son un recurso muy interesante que sorprende al paladar, generando un contrapunto de sabores y convirtiendo las recetas más cotidianas en platos de lujo, más aún si la mermelada es casera.
El propósito original de las mermeladas y confituras caseras es conservar las frutas de temporada, evitando que se estropeen, y para no desperdiciar la abundancia en los meses más generosos. Al igual que la fruta en almíbar, utilizan azúcar como medio de conservación y si bien no son alimentos grasos, por razones obvias, contienen muchos azúcares y calorías, resultando muy peligrosas para quienes llevan una dieta para adelgazar o padecen diabetes.
Hoy, vamos a ver de qué otras formas podemos aprovecharlas en nuestros platos.
1 En ensaladas
Son ideales para preparar salsas agridulces, incluso vinagretas. De hecho, esta es una manera estupenda de aprovechar hasta lo último que quede en un frasco de mermelada: vertemos en su interior un poco de aceite de oliva y vinagre, añadimos un toque de especias para dar notas de sabor, tapamos y agitamos, hasta que se mezcle bien. Con esta vinagreta conseguiremos mejorar las ensaladas más simples, sobre todo las de hojas verdes. Otra opción es mezclar la mermelada con un poco de aceite, un toque de kétchup, una pizca de salsa tabasco, un chorrito de jugo de naranja, y conseguiremos así una salsa barbacoa muy rápida y sabrosa para acompañar carnes asadas a la parrilla.
2 Con carnes
Hay parejas célebres de la literatura gastronómica, que unta en mermeladas desde el magret y el confit de pato, hasta el entrecot y el lomito vacuno, sin olvidar alguna pieza de cerdo. Pero no estamos pidiendo tanta audacia a nuestros paladares sudamericanos. Sí es bueno probar, cuando cocinamos carnes a la plancha, a las brasas o al horno, el añadir un hilito de mermelada reducida entre sus guarniciones y salsas de acompañamiento. Las de duraznos, ciruela o naranjas quedan muy ricas, puesto que son refrescantes cuando se untan sobre el bocado de carne.
3 Con pescados
El uso de mermeladas frutales no es tan común con los pescados, sin embargo, podemos destacar la mermelada de limón. El punto ácido de este cítrico marida bien con los sabores del mar. Los más atrevidos pueden elaborar una mermelada de tomate y ajo, muy adecuada para acompañar un pescado asado. Las mermeladas de duraznos o damascos con un toque de jengibre también pueden ser buenas opciones para acompañar pescados o carnes blancas, como cordero, aves y hasta con asados de cerdo.
4 Con quesos
La combinación del dulce de las mermeladas con el sabor salado del queso es deliciosa. Por eso es tan interesante colocarlas como opción para untar en una tabla de quesos. Con otros quesos untables, como el queso crema y la ricota, resulta una combinación más que interesante que, seguramente, más de uno ya habrá probado.
5 Con patés
Las mermeladas se pueden utilizar para contrarrestar sabores más grasos; por ejemplo, acompañando a los patés de hígado. En Francia es muy común servir foie fresco, ligeramente dorado a la plancha con una reducción de mermelada de uva o de frambuesa.
6 Como base de una tarta
Muchas veces hemos precocinado la masa que servirá de base de una tarta. Es en ese momento que se puede untar con mermelada antes de cargarle el relleno. También se puede pintar con mermelada una tapa de masa de tarta de hojaldre, como las que se compran hechas, luego cargarla con rodajas de manzanas, espolvorear con azúcar y canela, y llevar al horno. Pruébenlo y verán la diferencia.
7 Como cobertura o relleno de una torta
Aquí ya es más reconocible, porque muchas veces no tenemos dulce de leche y optamos por cubrir la torta o rellenarla con la mermelada que tengamos a mano. Pero como salsita, cubriendo un cheesecake casero, ¡es casi indispensable!