Naranja, el nuevo color del vino

Los vinos de color naranja son la última tendencia entre los viticultores. Se trata de vinos blancos que se han dejado fermentar durante mucho tiempo con el mosto, como se hace con los tintos. Exactamente como se hacía en la antigüedad.

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El vino de color ámbar brilla en la copa y ofrece aromas de pétalos de rosa, lichis y almendra tostada. En el paladar, sabores de piel de naranja y taninos, con un toque de salvia. ¿Es un vino blanco? Tiene un sabor fresco, pero ¿dónde está la acidez familiar de los blancos que evoca a frutas cítricas, uvas o manzanas frescas?

Un blanco tratado como tinto

Este Traminer tinto de 2011 (lo de “tinto” se refiere al color de la piel de la uva) de Weingut Heinrich de Gols, en el estado austríaco de Burgenland, es en realidad un blanco que ha pasado 18 meses con sus propias levaduras en toneles de roble usados y que se embotelló sin filtrar.

Normalmente, la uva blanca se prensa con mucho cuidado y solo el mosto fermenta en cubas de acero. El resultado es el tipo de blanco al que estamos acostumbrados, con aromas primarios de cítricos, bayas ácidas, manzana y pera.

Los vinos naranjas, en contraste, se elaboran igual que los tintos. Se dejan fermentar durante semanas con la piel en el mosto porque lo mejor –el color, el extracto y el ácido tánico– está en la piel.

Entonces, ¿por qué no se usa el mismo proceso que con el vino blanco? Algunos enólogos, incluso, deciden no añadir sulfuro. Por eso, algunos vinos naranjas tienen un aroma muy específico de petróleo o alquitrán, incluso los jóvenes. Los expertos los describen como “oxidados”.

Primeros intentos en Friuli

La nueva ola de vinos a la vieja usanza comenzó en 2001 en la región italiana de Friuli. El viticultor Josko Gravner dejó que sus blancos fermentaran con el mosto, primero durante siete meses en grandes toneles y luego en ánforas. Después, pasaron tres años en toneles de roble. El vino resultante tenía un aroma de flores secas y sabía a manzanas asadas, aceitunas y regaliz.

Aunque el experimento fue un desastre económico, el vino naranja impactó en Italia y en algunas zonas de Austria, el sur de Francia y España.

Luego tuvo un boom en Eslovenia, Croacia, Hungría y Georgia, además de Istria, la península del Adriático donde la tierra es roja. Allí, dos viticultores, Giorgio Clai y Mladen Roxanich, producen vinos orgánicos usando una fermentación prolongada con el mosto, siguiendo la antigua tradición. El nivel excepcional de minerales en la tierra otorga al vino un considerable potencial de almacenamiento. El vino insignia de Clai, el Sveti Jakov de 2010, tiene aroma a orejones o duraznos secos.

Los críticos de la revista especializada Vinum detectaron aromas de caramelo y corteza de limón en el Antica 2008 de Roxanich y, siete días después, “muchos frutos rojos maduros, fresas con azúcar y consomé”. Fue elegido el mejor vino naranja del año.

Por: Rainer Meier, para www.miele.es

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