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Ana no contemplaba en su futuro la cocina como profesión, pues era campeona de esquí de la selección nacional de Eslovenia, bailarina contemporánea, domina cinco idiomas y su formación estaba dirigida a una carrera diplomática. Al parecer, el amor despertó su interés por la cocina, pues sus suegros tenían un popular restaurante: el Hiša Franko, y su marido, Valter, tuvo que tomar el relevo, convirtiéndose en copropietario y sommelier. Ambos dieron un enfoque nuevo al restaurante, que hoy goza de un gran reconocimiento. Pero no le fue fácil. Sin formación culinaria, tuvo que aprender de forma independiente, con el apoyo de su suegra, a través de sus viajes y las comidas en otros restaurantes de todo el mundo. Sin embargo, poco a poco fue ganando el apoyo de los colegas europeos, a pesar de que la prensa subestimaba su trabajo. Ahora sucede todo lo contrario, y su restaurante en el Alto Valle del Soča, cerca de la frontera italiana, es el mayor punto de atracción turística del país.