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Hay diez situaciones en las que lavarse las manos debería ser de obligado cumplimiento: tras ir al cuarto de baño o cambiar pañales, antes de comer, al tocar animales, recoger sus heces o limpiarles; al cocinar o manipular alimentos, después de tocar tierra, antes de tocar un recién nacido, un anciano o un enfermo, así como después de estornudar o toser. También es aconsejable hacer un buen lavado de manos al llegar a casa, tras viajar en transporte público, o después de estar en espacios cerrados y con mucha gente.
Prevención eficaz
Para aquellos que todavía encuentran excusas para no lavarse las manos después de ir al baño o antes de tocar a un recién nacido, un dato: la higiene de manos con agua y jabón ayuda a prevenir más de 200 enfermedades, desde infecciones respiratorias, como la gripe común y la gripe A, neumonía, tosferina y bronquiolitis, hasta enfermedades de transmisión feco-oral, como cólera, diarrea y hepatitis A y E, así como gastroenteritis, gastritis, neumococo y lombrices intestinales, entre otras muchas.
De hecho, según datos de Unicef, en 2015 más de 300.000 niños menores de cinco años murieron en todo el mundo por enfermedades diarreicas ligadas a la falta de agua potable y saneamiento. Además, diversos estudios han demostrado que el lavado de manos con jabón después de ir al baño y antes de comer puede reducir la incidencia de enfermedades diarreicas en un 40 % o 25 % la tasa de contagio de neumonía entre los menores.
Sanidad y solidaridad
La Organización Mundial de la Salud, además, considera este gesto, junto a otras prácticas de higiene y prevención, como un hábito básico para luchar contra el aumento de la resistencia a los antibióticos. Un lavado de manos más frecuente y mejor hecho implica menos enfermedades que requieran antibióticos.
De igual modo, diversos estudios inciden en que el ausentismo escolar y laboral por enfermedad podría disminuirse con una mayor frecuencia de esta práctica. Junto a la vacunación en los casos aconsejados, la limpieza y ventilación, así como evitar ir al trabajo o colegio cuando se está enfermo, y no llevarse la mano a la boca cuando se tose o se estornuda, muchos contagios podrían evitarse con una mayor frecuencia del lavado de manos.
La forma correcta
Para que el lavado de manos sea eficaz hay que tomarse el tiempo adecuado, unos 40 a 60 segundos en total, sin minimizar u olvidar ninguna de sus 4 fases:
1) Mojarse las manos
2) Enjabonarse bien
3) Frotar las palmas y el dorso
4) Secarse correctamente.
Un correcto lavado de manos implica siempre la utilización de agua limpia a cualquier temperatura, el uso de jabón o solución jabonosa (gel) frotando a conciencia ambos lados de las manos (exterior y palmas), los dedos, el espacio entre los dedos y debajo de las uñas, durante al menos 20 segundos, procediendo luego al enjuague completo que arrastre toda la suciedad.
El secado en el ámbito doméstico puede realizarse con toalla de tela de algodón, cambiándola con frecuencia en función del uso y de las personas que la utilicen. Cuando hay enfermos, las toallas deberían ser individuales, así como en el caso de niños muy pequeños o ancianos. En el ámbito público, el secado de manos debe hacerse por ventilación o toalla de papel. El gel hidroalcóholico u otros sistemas, como las toallitas con solución jabonosa, son una alternativa cuando no hay acceso a jabón, agua o lavabos.