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Es una enfermedad inflamatoria de origen metabólico que se presenta cuando existe una acumulación de grasas en las células hepáticas. Casi todas las células del organismo metabolizan las grasas, pero algunos aspectos de este metabolismo tienen lugar sobre todo en el hígado. Una de las funciones concretas del hígado en el metabolismo de las grasas es la de degradar los ácidos grasos en compuestos más pequeños que puedan utilizarse para proporcionar energía al organismo.
Por ejemplo, cerca del 80 % del colesterol que se sintetiza en el hígado se convierte en sales biliares que se segregan a la bilis; el resto se transporta con las lipoproteínas por la sangre hacia las células de los tejidos.
Generalmente, más de la mitad de los pacientes con hígado graso presentan hinchazón abdominal después de las comidas, fatiga crónica, digestiones pesadas y plenitud.
La obesidad abdominal es un importante factor de riesgo para el desarrollo del hígado graso, conlleva un mayor riesgo para la salud que la obesidad alojada en caderas, glúteos y muslos.
Riesgos de la enfermedad
Los pacientes con hígado graso pueden desarrollar una forma de hepatitis silenciosa llamada esteatohepatitis, la cual, en años, puede llegar a una cirrosis con las mismas complicaciones que la cirrosis originada por la ingesta del alcohol, o las hepatitis por virus B o C. Recientemente, se ha demostrado que la cirrosis asociada a la enfermedad del hígado graso puede también dar origen a un cáncer del hígado.
Tratamiento
El hígado graso se considera una enfermedad que puede ser revertida con un tratamiento nutricional consistente en una selección adecuada de alimentos que favorezcan la recuperación de las células hepáticas. Es necesario un plan de alimentación rico en fibra y ácidos grasos omega 3, reducido en grasas saturadas, sin azúcares simples y sin alcohol. Asimismo, el control de las calorías es clave para propiciar la pérdida de peso en pacientes con sobrepeso y obesidad.
El plan de alimentación debe estar distribuido en un horario ordenado, con lapsos no superiores a 4 h entre comidas. Si estos lapsos son mayores, se puede inducir a un mayor apetito en las comidas siguientes, en estos casos, se recomienda incorporar colaciones como una porción pequeña de yogur descremado.
Recomendaciones nutricionales
Restricción de azúcares simples: la fructosa y la sacarosa son nocivas para el hígado graso. Por ello, es importante evitar la ingesta de alimentos azucarados. El ka’a he’ê (stevia) es un excelente edulcorante que puede reemplazar al azúcar. Los carbohidratos incluidos en el plan deben ser complejos y con bajo índice glicémico. Los alimentos que contengan carbohidratos con alto índice glicémico, como el pan blanco, azúcar de mesa y miel, elevarán el azúcar en sangre rápidamente, lo que implica un aumento brusco de la insulina. El exceso de insulina en la sangre provoca una disminución en la degradación de las grasas y un aumento en la velocidad de formación de estas, lo que tiene como consecuencia la acumulación de grasa corporal y, por ende, en el hígado.
Aumento de fibra en la dieta: la fibra retrasa el vaciamiento gástrico, generando una sensación de saciedad que contribuye a la reducción del peso. Entonces, el pan integral, el arroz y las pastas son esenciales para el tratamiento del hígado graso. Las hojuelas de maíz y la avena sin adición de azúcar también son indicadas. Ensaladas de verduras de hojas verdes son las más aptas para acompañar las comidas.
Reducción de grasas saturadas: el exceso de grasas saturadas en la dieta dificulta el metabolismo de los lípidos y, por ende, aumenta la concentración de enzimas hepáticas y de ácidos grasos libres en sangre, desencadenando la acumulación de grasa en el hígado. Es ideal la utilización del aceite de oliva, rico en ácidos grasos monoinsaturados, en reemplazo de los alimentos ricos en grasas saturadas, como la leche entera, crema de leche, quesos, manteca, embutidos y carnes con mucha grasa. Estudios científicos demuestran que un aporte adecuado de ácidos grasos es imprescindible para disminuir los efectos inflamatorios de las grasas saturadas. La ingesta de este tipo de ácidos grasos poliinsaturados tiene efectos favorables en los lípidos a nivel sanguíneo. En caso de que el paciente requiera tomar un complemento de ácidos grasos omega 3, el profesional tratante determinará la dosis adecuada.
Restricción del alcohol: esta sustancia es elevadamente tóxica para el hígado. Se debe eliminar el consumo de todo tipo de bebidas alcohólicas, incluidas las de baja graduación.
Asesoró: Lic. Antonio Danei, nutricionista, Reg. prof. 246.