Hierbas digestivas

Las hierbas aromáticas en la cocina son ese pequeño gran elemento que puede transformar un plato normal en uno excepcional, además de ofrecer propiedades beneficiosas para nuestra salud.

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La menta, el romero, el tomillo y las hierbas aromáticas en general, son responsables de una de las impresiones más importantes en nuestros platos: el olor. Muchas veces, un toque de tomillo en nuestras carnes o un poco de menta en nuestros postres puede cambiar totalmente el aroma del plato y, por tanto, también el sabor y la percepción que tengamos a la hora de sentarnos a la mesa.

Sin embargo, las hierbas aromáticas no son solo esas especias que nos ayudan en la cocina, también son grandes remedios poco conocidos, ya que sus propiedades saludables han quedado a la sombra de su aroma.

La menta es un ejemplo muy claro de ello; se trata de una planta muy digestiva, aunque algunos solo la utilicen para decorar y aromatizar, sobre todo, postres.

La menta es digestiva

Lo que pocos saben es que cuando comemos mucho, tenemos gases, o sentimos náuseas, una infusión de menta puede calmar el dolor y hacernos sentir mucho mejor. La menta hace que se estimule la formación de bilis en el hígado, y ayuda al páncreas a segregar las enzimas que necesitamos para la digestión. Esto hace que nuestra digestión sea más fácil y, por tanto, previene los problemas derivados de los excesos gastronómicos. Es muy adecuada para aquellas personas a las que les gustan las comidas fuertes, pero tienen estómagos delicados. A todos nos cuesta resistirnos a un buen guiso con su choricito, su panceta, su morcilla... Pero claro, al llegar la noche, llegan los problemas: flatulencias, reflujo, dolor de panza. Todo esto puede arreglarse con una simple infusión de menta después de comer.

Hierbas frescas, mejor

Tanto en la cocina como en la medicina natural, lo ideal es hacer uso de las hierbas cuando están frescas, y resulta bastante fácil cultivarlas en una maceta o en un rincón del jardín, sin mayores cuidados. Para usar las hierbas frescas conviene añadirlas a la comida en los últimos minutos de cocción, para que el calor haga que desprendan su aroma. Siempre es mejor cortarlas a mano, para que el filo del cuchillo no oxide sus hojas. Cuando no es posible disponer de hierbas frescas durante todo el año, hay que recurrir a alguna forma de conservación:

Congelar: se pueden picar las hierbas una vez limpias, y congelarlas en cubitos de agua o de caldo. También se pueden congelar entre hojas de papel absorbente, sobre todo las hierbas de hojas grandes, como la salvia.

En suspensión: Se pueden conservar también en aceite o en vinagre, preferentemente en recipientes opacos, para que la luz no llegue a ellas.

En sal: Alternando en un recipiente, capas de sal y de hierbas. La proporción sería una parte de sal por cuatro partes de hierba.

Secas: Se pueden secar las hierbas frescas al calor del sol, pero sin sol directo, o cerca de una estufa. Las hierbas se secan sin lavar, atadas en pequeños ramos y colgadas boca abajo. Hay que tener cuidado de que no se toquen unas a otras. Para desmenuzarlas se puede utilizar un palote de madera (el que se usa para amasar), y luego se guardan en tarros de vidrio herméticos.

Combinaciones excepcionales

Algunas hierbas y especias tienen una reconocida alianza con ciertos alimentos, de manera que su combinación resulta agradable y sabrosa, siempre sin excederse con las cantidades.

Carne vacuna con páprika, curry, romero, tomillo, salvia, cáscara de limón.

Arroz con azafrán, nuez moscada, curry.

Huevos con perejil, cebollino, estragón.

Escabeches con enebro y comino.

Cordero con tomillo, romero y menta.

Cerdo con canela, comino, salvia, hinojo.

Cuando se usan hierbas secas en la cocina, hay que tener en cuenta que 1 cucharita de té de hierbas secas equivale a 3 de hierbas frescas.

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