El efecto de las copas en el vino

Vengo desde hace meses trabajando de forma directa con copas de vinos. Para muchos es solo una cuestión de espesor de la copa. Pues, puede que sí como puede que no… Les contaré un poco sobre las últimas anécdotas en esto que se hace llamar en Asunción como “The Riedel Gate”.

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Como sommelier, siempre sabía de esto; me lo contaban mis profesores y lo había experimentado, pero con el tiempo uno olvida lo real y elocuente que es vivir la experiencia. Pocos lo creían, muchos dudaban o lo miraban de reojo, hasta que el gran día llegó. Ese día fue el 3 de julio pasado, cuando Walter Kramer, director regional de Riedel para las Américas, estuvo por el país y organizó por primera vez en el país una “cata de copas”.

Sí, hablo de catar copas y no vinos. Esto es algo extraño para muchos, pero la satisfacción de ver la respuesta del público fue enorme. Más de 70 personas tuvieron el placer de vivir esta novedosa experiencia.

La cata comenzó con agua mineral bien fría. Elegimos un agua bastante mineralizada para que, al mismo tiempo, se pudieran sentir las sales sobre la lengua además del frescor sobre la misma. Esta agua fue servida de forma homogénea en las tres copas que estaban siendo utilizadas para esa degustación: una de Pinot Noir, otra de Malbec y la tercera de la uva vitivinífera más vendida en el mundo, la Cabernet Sauvignon. En cada una de ellas, uno podía percibir cómo el flujo del agua se deslizaba por la lengua de forma diferente; así, las papilas gustativas, ácidas, saladas, amargas, dulces y las de umami, quedaban sensibles a la temperatura del agua.

Seguidamente, se procedió a degustar un vino Pinot Noir Salentein Single Vineyard, servido en las tres copas de igual forma. Se podía distinguir que los aromas no eran iguales y el sabor tampoco cuando se degustaba de copas diferentes, aun sabiendo todos que el vino era el mismo dentro de las copas.

El siguiente paso fue con el Malbec, un Gran Medalla de Trapiche, y la conclusión fue la misma. El tercer vino servido fue, por supuesto, el Cabernet Sauvignon Reserva de Familia de Santa Carolina, un poco del mismo vino en todas las tres copas. Cuando fue degustado en la copa de Pinot Noir, el vino era ácido, realmente no gustaba. En la copa de Malbec, el Cabernet Sauvignon se expresaba de forma amarga y sus aromas no resaltaban, una pena realmente para un vino tan bueno como el que estábamos degustando. Por último, le tocó a la copa de Cabernet Sauvignon: lo primero que podíamos percibir es que el vino aromáticamente era fácil de distinguir y sobre todo extremadamente agradable e intenso. En la boca, el vino ganaba complejidad, era sedoso y sobre todo superagradable de ser bebido. La verdad es que el vino se sentía “a gusto” en la copa y el degustador podía sentirlo, disfrutándolo a cada momento con cada sorbo. Todos quedaban deslumbrados y las reacciones eran visibles en los rostros de los catadores, muchos de ellos profesionales, otros amateurs o simplemente amantes del vino.

El comentario en el mundo del vino asunceno fue unánime: ¡Qué gran diferencia hacía catar el vino en su copa adecuada! Ya pasó casi un mes de ello y la gente me sigue preguntando. Días pasados, un amigo, el Sr. Luis, no pudo asistir y quiso hacerlo. Esta vez lo hicimos de forma diferente: le colocamos cinco copas vacías y diferentes frente a él, sin decirle nada sobre las mismas. En todas le servimos un vino con su etiqueta cubierta (era un Malbec de Ricardo Santos) y procedió a catar las copas. Primero, a sentir sus aromas y después de degustarlas, ya en esa primera vuelta, descartó tres copas en las cuales no le gustó el vino (siendo el vino el mismo). Quedaron dos y, ante la atenta mirada de casi diez personas, eligió una copa con la cual quedó convencido de que el vino no solo era más aromático, sino sobre todo más rico. Había elegido la copa de Malbec, pero hasta ese punto nadie sabía nada del vino que se sirvió en las copas. Cuando se reveló la cepa del vino, todos quedaron asombrados, inclusive el propio Sr. Luis.

Es pura física; la forma, el aro, el globo y once generaciones de hacer copas de cristal hacen de Riedel las mejores copas para vinos del mundo, y es por ello que enólogos, sommeliers y las personas más influyentes de este mundo de los vinos colaboran con ellos, para así poder mejorar y crear cada vez mejores copas para los vinos del nuevo y viejo mundo.

A todos ¡salud! y hasta el próximo sábado.

oligayet@hotmail.com

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