Cocinar y hornear en la ola de calor

Debemos tener en cuenta dos aspectos básicos en torno a las altas temperaturas: cómo afecta el calor a los alimentos y cómo nos afecta a nosotros mismos. Podemos inclinarnos a preparar recetas que sean rápidas y fáciles, pero no debemos perder de vista cómo se comportan los ingredientes ante las temperaturas elevadas y el exceso de humedad.

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Hace calor y lo que menos queremos es encender hornos o fuegos que aumenten todavía más las temperaturas. A veces no queda más remedio, y es cuando se acerca la hora habitual para cocinar cuando se dan las más altas temperaturas. Para evitar esta situación, podemos optar por tres opciones muy simples. La primera es recurrir a que cocinen otros por nosotros, pidiendo menús a domicilio o saliendo a comer fuera. Pero obviamente no es una elección que podamos tomar todos los días, aunque algún día nos puede sacar de un apuro y hoy existen multitud de opciones para todos los bolsillos y gustos.

La segunda opción requiere un poco de organización y previsión. Planeando un poco lo que vamos a servir cada día, podemos adelantarnos al calor cocinando la víspera por la noche, o bien temprano por la mañana para aprovechar las horas más frescas de la jornada. Se trata de adelantar todo lo que se pueda, dejar hechos algunos platos para guardar en la heladera o congelar y, de paso, ahorrar energía.

Por último, cambiar nuestros menús diarios por platos frescos, ligeros y que no requieran casi cocción. Ensaladas de pasta, arroz o legumbres, platos fríos de pescado y carne, salteados rápidos, cremas y sopas frías, etc. Existen multitud de opciones de lo más variadas.

Cómo se comportan algunos productos con el calor

Las altas temperaturas y la elevada humedad provocan que algunos alimentos reaccionen de maneras diferentes al resto del año, y más durante las temidas olas de calor. Los vegetales, frutas y verduras, maduran mucho antes que en el invierno. Las bananas, por ejemplo, apenas aguantan unos pocos días en el frutero, y si nos descuidamos, los tomates se echan a perder. Guardarlos en la heladera es la única solución que tenemos para ralentizar el proceso, aunque esto afecta al sabor de los productos. Lo mejor es comprar con inteligencia, adquirir la fruta y la verdura en cantidades pequeñas que vayamos a consumir, y guardarlas en lugares frescos y aireados, sin luz directa.

Curiosamente, el calor también afecta a productos que guardamos normalmente refrigerados como los lácteos, que pueden echarse a perder antes de tiempo. La leche, por ejemplo, que se suele guardar en la puerta de la heladera, sufre cada vez que ésta se abre. Si hace demasiado calor podemos subir la potencia de nuestro aparato, pero sobre todo intentar abrirla lo menos posible y cerrarla pronto, para no producir ese choque de temperaturas con el exterior.

Consideraciones a la hora de hornear

Si nos atrevemos a encender el horno, debemos tener en cuenta algunas consideraciones.

- La manteca se ablanda mucho más rápido. Esto puede ser una ventaja, ya que muchas recetas piden trabajar con la manteca en pomada, es decir, a temperatura ambiente, blanda. Basta con sacarla unos minutos antes de la heladera, pero cuidado, porque si se vuelve demasiado cálida empezará a derretirse y esto puede estropear una receta.

- Las galletas deben manipularse y hornearse con rapidez. Algunas masas de galletas requieren reposo en frío previo al horno, otras no, pero en cualquier caso hay que trabajar rápido con ellas. Manipularlas lo menos posible e introducirlas en el horno cuanto antes, para asegurarnos que no perderán su forma o textura.

- Las coberturas de las tortas, tales como cremas de chocolate, merengues o crema chantillí se pueden estropear si hace demasiado calor. Las altas temperaturas hacen que pierdan firmeza y resulte difícil trabajar con ellas, complicando la decoración. Mejor dedicar las horas más frescas para estas tareas.

- Las masas de panadería que requieren trabajar con levaduras naturales van a levar mucho más rápido que durante los meses fríos. Hay que vigilarlas más de cerca para no tener que lidiar con masas sobrefermentadas, aunque lo ideal es reducir la cantidad de levadura, o ralentizar el levado dejando las masas en lugares más frescos, incluso en la heladera. Tardarán más, pero el resultado final lo agradecerá.


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