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“Se vende, no me quejo”, sostuvo la artesana, quien pese a estar algo aquejada de salud, no pudo sustraerse de su compromiso con sus clientes.
Durante aproximadamente un mes, la artesana se instala con sus figuras de barro en un sector del paseo central de la avenida Japón, un sitio que ya se convirtió en un punto de referencia para quienes buscan un pesebre. “Tengo compradores de Encarnación y de la Argentina”, señaló.
Los precios varían entre G. 30.000 y G. 3 millones. Depende del tamaño y de la cantidad de piezas.
Pero la oferta no se limita a pesebres. Cántaros, adornos para jardín y para mesas, los simpáticos sapos y ranas para las piscinas, aves y un sinfín de figuras forman parte de la nutrida gama disponible.
“Muchas de las figuras son de otros artesanos, otras son obras producidas por nosotros mismos”, comenta Marcelino Riveros, artesano que acompaña al equipo venido de Areguá.
Doña Isabel viene acompañada de algunos miembros de su familia y, literalmente, vive entre sus obras que están a la venta durante todo un mes. Este año vino ya a fines de noviembre y se queda hasta el 22 de diciembre.