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Es indudable que las grandes tragedias favorecen la aparición de hechos extraordinarios, tanto positivos como negativos. Se han tenido relatos, de esa manera, que orillan lo fantasioso; así como también grandes expresiones de heroísmo, valentía y bajeza moral, tanto como es la vida misma.
Uno de esos casos, muy poco referenciado, es el que tuvo como protagonista al cónsul italiano en el Paraguay, acreditado en 1867 en Humaitá por el Mcal. López, Lorenzo Chapperon, quien posteriormente fue trasladado a Asunción a cumplir sus funciones.
Ante la evacuación de la capital paraguaya en 1868, y la inminencia de la ocupación de los aliados en 1869, las familias habían confiado sus bienes materiales, dinero, joyas y prendas valiosas a las distintas legaciones extranjeras acreditadas en el país ante la confianza de que serían respetadas por el ejército invasor.
Chapperon había recibido en el consulado muchos de estos bienes, pero se negó a devolverlos posteriormente.
El periódico La Regeneración (1/10/1869-23/9/1870), logró capturar en sus páginas detalles de este hecho:«El crimen fotografiado. Hemos visto la copia de una curiosa fotografía en la cual aparece el cónsul italiano Chapperon saliendo del Hotel de la Minute en dirección a la rivera con una gran cantidad de baúles y un gran número de mujeres escuálidas por detrás reclamando de él los depósitos de dinero y alhajas que cuando tuvieron que abandonar la Asunción dejaron en su poder» (La Regeneración, n.º 29, pág. 3).
Días después, la casa Fotografía del Pueblo ofrecía a la venta las imágenes del hecho comentado en el párrafo anterior: «Se vende el CRIMEN FOTOGRAFIADO», anuncia en su aviso habitual invitando a los interesados a enterarse del hecho cometido y registrado oportunamente por la lente de una cámara fotográfica que, en esta ocasión, aparte de ser utilizada para las usuales poses de familia, ejerció de testigo calificado brindando la prueba de un delito cometido.
Chapperon logró salirse con la suya. Huyó a Buenos Aires, donde vendió las joyas y vivió como un magnate por muy poco tiempo. La sociedad porteña le dio la espalda enterada de su mala fe, y en un confuso incidente en una noche de 1870, a la salida de una función teatral, fue atacado en una oscura calle y asesinado por un desconocido con un puñal en cuyo cabo decía, en italiano: «Así se castiga a los traidores de la patria».
Un hecho curioso en sí, generado en ambiente y espacio también muy especial.
Fuente
El Cónsul, la Guerra y la Muerte (Marco Fano)
Sueño y realidad del oro en el Nuevo Mundo. Los tesoros ocultos del Paraguay (Alfredo Boccia Romañach).
La devolución de las joyas paraguayas por el Gobierno de los Estados Unidos de América (Carlos A. Pussineri Scala).
Páginas escogidas (Carlos Zubizarreta).