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Una vez un hombre estaba viajando y entró al paraíso por error. En el concepto indio del paraíso, hay árboles que conceden los deseos. Simplemente te sientas bajo uno de ellos, deseas cualquier cosa e inmediatamente se cumple; no hay espacio alguno entre el deseo y su cumplimiento.
El hombre estaba cansado, así que se durmió bajo un árbol dador de deseos. Cuando despertó, tenía hambre, entonces dijo: «¡Tengo tanta hambre!, ojalá pudiera tener algo para comer». E inmediatamente apareció una comida deliciosa de la nada, simplemente flotando en el aire. Tenía tanta hambre que no prestó atención de dónde había venido el alimento. Cuando tienes hambre, no estás para filosofías.
Inmediatamente empezó a comer. Una vez que su hambre estuvo saciada, miró a su alrededor. Ahora se sentía satisfecho. Otro pensamiento surgió en él: «¡Si tan solo pudiera tomar algo!». Y como no había ninguna prohibición en el paraíso, de inmediato apareció un vino estupendo.
Mientras bebía esta bebida tranquilamente y soplaba una suave y fresca brisa bajo la sombra del árbol, comenzó a preguntarse: «¿Qué está pasando?, ¿estoy soñando o hay fantasmas que están jugándome una broma?». Y aparecieron fantasmas feroces, horribles, nauseabundos. Comenzó a temblar y pensó: «¡Seguro que me matan!». Y lo mataron.
Esta es una antigua parábola de inmensa significación. Tu mente es un árbol dador de deseos: pienses lo que pienses, tarde o temprano se verá cumplido.
A veces, la brecha es tan grande que te olvidas por completo que lo deseaste, de modo que no puedes reconocer la fuente. Pero si observas profundamente, verás que todos tus pensamientos te están creando a ti y a tu vida. Crean tu infierno y cielo, tu desgracia y alegría, lo negativo y positivo.
Cada uno es aquí un mago. Cada quien está hilando y tejiendo un mundo mágico en torno de sí mismo... y, luego, es atrapado. La araña misma es atrapada en su propia tela.
No hay nadie que te torture excepto tú mismo. Y cuando se comprende esto, las cosas comienzan a cambiar. Entonces puedes modificarlo, transformar tu infierno en cielo: solo se trata de pintarlo con una visión diferente.
Toda la responsabilidad es tuya.
Y entonces surge una nueva posibilidad: puedes dejar de crear el mundo. No hay necesidad de crear el cielo ni el infierno, no hay ninguna necesidad de crear nada. El creador puede descansar, jubilarse. Y la jubilación de la mente es la meditación.
Actividades
1. Imagina que eres el hombre debajo de un árbol dador de deseos.
2. Responde.
a. ¿Hubieras pedido los mismos deseos?, ¿por qué?
b. ¿Qué deseos diferentes hubieras pedido?, ¿por qué?
3. Emite tu opinión acerca del texto leído.
4. Cita los mensajes de esta lectura.
Fuente: http://bit.ly/2d1NZaD