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Serafín era un conejo labrador. Tenía una huerta en el valle, y cada año se sentía más orgulloso de sus cosechas. Además de zanahorias y lechugas, cultivaba unos enormes y exquisitos zapallos, de cáscara anaranjada y brillante, que dejaban a todos los vecinos con la boca abierta.
Tan buenos eran los cultivos de Serafín, que ya se había hecho famoso en el pueblo por ganar todos los concursos de calabazas. Nunca, en la historia del valle, se habían visto zapallos como los del conejo.
Los demás labradores se morían de celos y lo perseguían con averiguaciones, para saber cuál era el secreto de semejante éxito.
—¡Vamos, conejo, cuéntanos! —le decían— ¿Cómo haces para cosechar zapallos de ese tamaño?
—Yo solo planto las semillas. La tierra y la lluvia hacen el resto —respondía siempre Serafín.
También los conejos labradores necesitan descansar de vez en cuando, así que, una cálida tarde de sol, Serafín guardó las herramientas, llenó una canasta con zanahorias y se fue a merendar al bosque.
Al llegar, se despatarró a la sombra del árbol más frondoso y empezó a manducarse lo que traía la vianda.
¡Qué calor hace hoy! —dijo, resoplando mientras masticaba una zanahoria bien tierna—. Después se desparramó más todavía y siguió comiendo panza arriba.
Sobre el libro
Título: Serafín y las bellotas
Adaptación: Alejandra Erbiti
Editorial: Latinbooks
Actividades
1. Transcribe los aspectos del cuento que se refieren a la:
Fantasía: _______________________________________
Realidad: _______________________________________
2. Haz volar tu imaginación y escribe cómo te parece que continúa la historia.