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Actualmente, se dice que Nicanor no sirve. Y el que venga después de Nicanor tampoco servirá para nada. Porque el problema no está en lo ladrón y corrupto que haya sido Gonzàlez Macchi o Wasmosy, o en lo autócrata que es NICANOR. El problema está en nosotros. Nosotros como PUEBLO. Nosotros como materia prima de un país.
Pertenecemos a un país donde la VIVEZA CRIOLLA es la moneda que siempre es valorada tanto o más que el dólar. Un país donde hacerse rico de la noche a la mañana es una virtud más apreciada que formar una familia a largo plazo basada en valores y respeto a los demás.
Pertenecemos a un país donde, lamentablemente, los periódicos, quizás, jamás se podrán vender como se venden en otros países, es decir, poniendo unas cajitas en las veredas donde uno paga por un solo periódico Y SACA UN SOLO PERIÓDICO DEJANDO LOS DEMÁS DONDE ESTÁN.
Pertenecemos a un país donde la mayoría de la gente se siente realizada si consigue colgarse del cable del vecino, donde mucha gente inventa comprobantes a la hora de llenar sus declaraciones para no pagar, o pagar menos impuestos. Pertenecemos a un país donde la impuntualidad es un hábito. En donde los directivos de las empresas no generan capital humano. Donde no hay interés por la ecología, donde las personas tiran basura en las calles y luego le reclama al Gobierno por no efectuar mantenimiento al alcantarillado. Donde no existe la cultura por la lectura y no hay conciencia ni memoria política, histórica ni económica. Donde nuestros ¿congresistas? trabajan un par de días al año (y cobran todos los demás como altos ejecutivos) para aprobar una reforma (miscelánea) fiscal a todo vapor, que lo único que hace es hundir al que no tiene, joder al que tiene poco y beneficiar solo a unos cuantos.
Pertenecemos a un país donde las licencias de conducir y los certificados médicos se pueden comprar, sin hacer ningún examen. Un país donde puede subir una persona de edad avanzada, o una mujer con un niño en brazos o algún minusválido y la persona que viene sentada en el asiento especial para estas personas se hace la dormida para no dárselo y, si alguien le reclama, se levantará, pero para dar un golpe o decir una mala palabra.
Un país en el cual la prioridad de paso es para el automovilista y no para el peatón. Un país donde su gente está llena de faltas, pero que disfruta criticando a sus gobernantes. Mientras más le digo rata y ladrón a Wasmosy y Gonzàlez Macchi, mejor soy yo como persona, a pesar de que apenas ayer me consiguieron todas las preguntas del examen de Matemáticas para mañana.
Como materia prima de un país, tenemos muchas cosas buenas, pero nos falta mucho para ser los hombres y mujeres que nuestro país necesita.
Esos defectos, esa VIVEZA CRIOLLA congénita, esa deshonestidad a pequeña escala que después crece y evoluciona hasta convertirse en casos de escándalo, esa falta de calidad humana, más que Wasmosy, González Macchi o Nicanor, es lo que nos tiene real y francamente mal, porque estos no han sido ni más ni menos que nuestros presidentes, óigase y entiéndase bien, NUESTROS PRESIDENTES. Nacidos aquí, no en otra parte, y elegidos por NOSOTROS (o gran parte).
Porque, aunque Nicanor renunciara hoy mismo, el próximo presidente que lo suceda tendrá que seguir trabajando con la misma materia prima defectuosa que, como pueblo, somos nosotros mismos. Y no podrá cambiar mucho, no hay ninguna garantía de que alguien lo pueda hacer mejor, pero mientras nosotros señalemos y exijamos un camino destinado a erradicar primero los vicios que tenemos como pueblo, nadie PODRÁ CAMBIAR ESTE PAÍS. Tampoco servirá traer otro dictador para que nos haga cumplir la ley. ¿O sirvió Rodríguez, o González Macchi, o Wasmosy? ¿O Nicanor necesita seguir gritándonos con fuerza y amenazándonos al dos por tres de que nos castigará como niños malcriados?
Aquí hace falta otra solución. Algo más que cacerolazos o manifestaciones (que casi no existen). Y mientras esa otra cosa no empiece a surgir desde abajo hacia arriba, o desde arriba hacia abajo, o del centro para los lados, o DESDE NUESTROS HOGARES, seguiremos igualmente condenados, igualmente estancados y con el mismo plagueo.
Es muy bueno ser paraguayo. Pero cuando esa paraguayidad autóctona empieza a hacerle daño a nuestras posibilidades de desarrollo como nación, ahí la cosa cambia...
No esperemos encenderle una velita a todos los santos, a ver si nos mandan un mesías. Nosotros tenemos que cambiar; un nuevo presidente con los mismos paraguayos no podrá cambiar nuestro país. Disculpamos la mediocridad y el conformismo mediante programas de televisión nefastos y francamente tolerantes con el fracaso. Es la industria de la disculpa, el ya da ya y la estupidez.
Pertenecemos a un país donde la VIVEZA CRIOLLA es la moneda que siempre es valorada tanto o más que el dólar. Un país donde hacerse rico de la noche a la mañana es una virtud más apreciada que formar una familia a largo plazo basada en valores y respeto a los demás.
Pertenecemos a un país donde, lamentablemente, los periódicos, quizás, jamás se podrán vender como se venden en otros países, es decir, poniendo unas cajitas en las veredas donde uno paga por un solo periódico Y SACA UN SOLO PERIÓDICO DEJANDO LOS DEMÁS DONDE ESTÁN.
Pertenecemos a un país donde la mayoría de la gente se siente realizada si consigue colgarse del cable del vecino, donde mucha gente inventa comprobantes a la hora de llenar sus declaraciones para no pagar, o pagar menos impuestos. Pertenecemos a un país donde la impuntualidad es un hábito. En donde los directivos de las empresas no generan capital humano. Donde no hay interés por la ecología, donde las personas tiran basura en las calles y luego le reclama al Gobierno por no efectuar mantenimiento al alcantarillado. Donde no existe la cultura por la lectura y no hay conciencia ni memoria política, histórica ni económica. Donde nuestros ¿congresistas? trabajan un par de días al año (y cobran todos los demás como altos ejecutivos) para aprobar una reforma (miscelánea) fiscal a todo vapor, que lo único que hace es hundir al que no tiene, joder al que tiene poco y beneficiar solo a unos cuantos.
Pertenecemos a un país donde las licencias de conducir y los certificados médicos se pueden comprar, sin hacer ningún examen. Un país donde puede subir una persona de edad avanzada, o una mujer con un niño en brazos o algún minusválido y la persona que viene sentada en el asiento especial para estas personas se hace la dormida para no dárselo y, si alguien le reclama, se levantará, pero para dar un golpe o decir una mala palabra.
Un país en el cual la prioridad de paso es para el automovilista y no para el peatón. Un país donde su gente está llena de faltas, pero que disfruta criticando a sus gobernantes. Mientras más le digo rata y ladrón a Wasmosy y Gonzàlez Macchi, mejor soy yo como persona, a pesar de que apenas ayer me consiguieron todas las preguntas del examen de Matemáticas para mañana.
Como materia prima de un país, tenemos muchas cosas buenas, pero nos falta mucho para ser los hombres y mujeres que nuestro país necesita.
Esos defectos, esa VIVEZA CRIOLLA congénita, esa deshonestidad a pequeña escala que después crece y evoluciona hasta convertirse en casos de escándalo, esa falta de calidad humana, más que Wasmosy, González Macchi o Nicanor, es lo que nos tiene real y francamente mal, porque estos no han sido ni más ni menos que nuestros presidentes, óigase y entiéndase bien, NUESTROS PRESIDENTES. Nacidos aquí, no en otra parte, y elegidos por NOSOTROS (o gran parte).
Porque, aunque Nicanor renunciara hoy mismo, el próximo presidente que lo suceda tendrá que seguir trabajando con la misma materia prima defectuosa que, como pueblo, somos nosotros mismos. Y no podrá cambiar mucho, no hay ninguna garantía de que alguien lo pueda hacer mejor, pero mientras nosotros señalemos y exijamos un camino destinado a erradicar primero los vicios que tenemos como pueblo, nadie PODRÁ CAMBIAR ESTE PAÍS. Tampoco servirá traer otro dictador para que nos haga cumplir la ley. ¿O sirvió Rodríguez, o González Macchi, o Wasmosy? ¿O Nicanor necesita seguir gritándonos con fuerza y amenazándonos al dos por tres de que nos castigará como niños malcriados?
Aquí hace falta otra solución. Algo más que cacerolazos o manifestaciones (que casi no existen). Y mientras esa otra cosa no empiece a surgir desde abajo hacia arriba, o desde arriba hacia abajo, o del centro para los lados, o DESDE NUESTROS HOGARES, seguiremos igualmente condenados, igualmente estancados y con el mismo plagueo.
Es muy bueno ser paraguayo. Pero cuando esa paraguayidad autóctona empieza a hacerle daño a nuestras posibilidades de desarrollo como nación, ahí la cosa cambia...
No esperemos encenderle una velita a todos los santos, a ver si nos mandan un mesías. Nosotros tenemos que cambiar; un nuevo presidente con los mismos paraguayos no podrá cambiar nuestro país. Disculpamos la mediocridad y el conformismo mediante programas de televisión nefastos y francamente tolerantes con el fracaso. Es la industria de la disculpa, el ya da ya y la estupidez.