Robinson Crusoe (3) (adaptación)

¡A seguir disfrutando de esta gran aventura!

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No lejos de la costa pasaba una fuerte corriente. No pude apercibirme a tiempo y fui arrastrado por ella hacia alta mar. Recogí la vela y remé con fuerza, pero fue inútil. Intenté en varias ocasiones acercarme de nuevo a la isla, pero la corriente me lo impedía.

Afortunadamente, pude regresar a la isla. Así pues, a partir del siguiente día, decidí hacer mi estancia lo más confortable posible. Para mitigar un poco mi soledad, atrapé a un loro, que se convirtió en mi mejor amigo.

Y así pasaron cuatro años, en los que los días se sucedieron de forma monótona.

3. Viernes

En los siguientes cinco años no pasó nada extraordinario, salvo que una noche de tormenta un barco naufragó cerca de la isla. Al día siguiente, busqué supervivientes, pero no encontré ninguno. Eso sí, entre los restos del navío hallé un cofre repleto de oro.

Cuando, según mi calendario, llevaba doce años en la isla, una mañana descubrí a un grupo numeroso de caníbales en la playa. Tenían dos prisioneros: a uno de ellos lo mataron y el otro escapó. Tuve que defenderme de ellos para evitar que mataran al prisionero indígena y a mí.

Decidí llamarlo Viernes porque lo conocí en ese día. Pasaron algunos años y Viernes aprendió a hablar mi idioma. Un día construimos una canoa y cuando nos estábamos preparando para salir de la isla se acercaban hacia nosotros tres canoas repletas de caníbales.

4. Un barco inglés 

Los veinte caníbales sacaron de una de las canoas a un europeo, a quien arrastraron a empujones a la playa.

No podía consentir que matasen a aquel hombre. Animé a Viernes y preparamos un ataque inesperado. Desde nuestro escondite hicimos unos primeros disparos. Dos indígenas cayeron fulminados y el resto quedó desconcertado, no explicándose lo sucedido. Sin darles tiempo a recuperarse volvimos a atacar. Estaban tan asustados que apenas ofrecieron resistencia. Solo tres pudieron escapar en una canoa. El prisionero, que era español, también nos ayudó en la lucha.

Viernes estaba recogiendo las dos canoas que abandonaron los indígenas cuando dio un gran grito de júbilo.

—¿Qué te pasa? —le pregunté.

—¡Ser mi padre!, ¡ser mi padre! —gritaba y daba saltos de alegría.

Me acerqué y pude ver que en una de las canoas había un anciano amordazado. Lo soltamos y él se abrazó a Viernes, diciendo muchas cosas en su idioma que no pude entender.

Eramos cuatro en la isla y yo estaba contento. El español me contó su historia y me dijo que en el continente había más españoles.

Pudimos haber llegado al continente los cuatro, pero decidí quedarme con Viernes en la isla. Llenamos la lancha que habíamos construido de provisiones, y el español y el padre de Viernes se marcharon con el encargo de regresar a buscarnos en un barco.

Viernes y yo quedamos muy contentos, pero a los pocos días sucedieron cosas inesperadas y peligrosas que a continuación relataré.

Sobre el libro

Título: Robinson Crusoe

Autor: Daniel Defoe

Editorial: Europa

Actividades

1. Usa tu imaginación y elabora un diálogo entre Viernes y su padre.

2. Averigua cuál es la diferencia y semejanza entre un continente y una isla.

3. Responde.

a. ¿Cómo piensas que nuestro personaje enseñó su idioma al indígena?, ¿tú cómo lo harías?

b. ¿Cómo crees que termina la historia?

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