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Y no eran precisamente fáciles aquellas pequeñas travesías. El barco estaba encallado en una zona de corrientes y mi balsa era arrastrada con facilidad por ellas.
En aquellos primeros momentos pensé que el lugar más seguro será la playa, pero me equivoqué. Había construido una especie de tienda, aprovechando las velas del barco y algunas tablas, y desde ellas vigilaba el mar, pues albergaba la idea de que no tardaría en pasar algún barco.
Pero una noche volvió a levantarse un gran vendaval y una fuerte tormenta descargó sobre el lugar. Mi frágil tienda de lona se vino abajo con gran estrépito. Pasé toda la noche tratando de no perder lo que con tanto esfuerzo había rescatado del barco.
A la mañana siguiente traté de hacer inventario de las cosas que no se habían roto y, cuando alcé mis ojos al mar, una sensación angustiosa me paralizó por unos instantes: el barco había terminado de hundirse.
Mi situación había cambiado de repente, ya no tenía la despensa que me proporcionaba lo indispensable para vivir. Ahora tendría que enfrentarme con la realidad más cruda y, si no quería morir, tendría que aguzar mucho mi ingenio.
2. Una isla desierta
Durante los siguientes días trabajé una barbaridad. Exploré aquella tierra y llegué a la conclusión de que me encontraba en una pequeña isla desierta.
Lo más urgente era construirme una casa segura. Pronto hallé el sitio ideal. Era una pequeña planicie en mitad de una colina, muy cerca de un arroyuelo de agua cristalina. Las vistas sobre el mar eran magníficas. Además, allí mismo había una pequeña cueva.
Acondicioné la cueva y conseguí transformarla en una confortable habitación, en la entrada levanté una nueva tienda de lona, con el resto de las velas y algunas maderas. Y como tenía miedo de ser atacado por algún animal, rodeé la zona con una valla de madera.
Lo que empezó a preocuparme fue perder la noción del tiempo. Encontré una solución muy simple. Clavé un trozo de mástil. Luego, con la punta de mi cuchillo grabé en una tabla el día en que había llegado a la isla. Clavé la tabla en lo más alto del mástil e hice pequeñas señales con el cuchillo, cada señal era un día transcurrido, cada siete hacia una señal más gruesa, pues eso significaba que había pasado una semana.
También fabriqué algunos muebles. Me alimentaba de la carne de las aves y de sus huevos.
Así pasé algunos meses, sin perder la esperanza de que apareciese un barco. Pero mis ilusiones fueron en vano. Una noche empecé a escribir un diario, utilizaba un libro de contabilidad en blanco que salvé del naufragio.
Un día encontré un saco con maíz entre las cosas que saqué del barco y me puse a sembrar. Como se iba acercando el momento de la recolección, decidí fabricar unos cántaros de barro para guardar los granos.
Un día divisé tierra en el horizonte. Mis anhelos de salir de allí aumentaron y decidí construir una barca. Recordé mi infancia, cuando tallaba barquitos con la corteza de los pinos, y me puse enseguida en acción.
Ciertamente era una embarcación muy endeble, pero era lo único que podía hacer. Llevé algunas provisiones y me lancé decidido al mar. Lo que sucedió fue algo espantoso.
Actividad
Responde.
a. ¿Cómo pudo nuestro personaje evitar perder la noción del tiempo?, ¿qué hubieras hecho tú?
b. ¿Cómo crees que continúa la historia?