Robinson Crusoe (1) (adaptación)

Ahora vamos a leer una de las obras más famosas del célebre escritor inglés Daniel Defoe.

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La aventura de viajar

Mi nombre es Robinson Crusoe y nací en Inglaterra. Si me lo permiten, les contaré algunas aventuras que durante mi ajetreada vida he tenido que sufrir.

Cuando era pequeño, lo que más me gustaba era construir barquitos de madera. La corteza de algunos pinos es ideal para tallar barcos; algunos trozos hasta tienen la forma de casco, solo es preciso perfilar un poco la quilla y vaciar el interior.

Por las tardes solía irme hasta los muelles, porque vivía en una ciudad costera, con un gran puerto comercial.

Me atraía la idea de ir a China, que no sabía ni hacia qué parte del mapa estaba. Mil veces pensé colarme en algún barco y pasarme la vida entera recorriendo los mares, ya que, en mi época, viajar por mar era una aventura constante. Pero mi padre tenía otros planes para mí. 

Tuve que conformarme con soñar fantásticos viajes mientras ayudaba a mi padre a sacar adelante una pequeña hacienda.

Pero una mañana me despedí de mi familia y me embarqué en el gran velero de mis sueños. Durante varios años no hice otra cosa más que viajar.

Pero un día llegué a Brasil y quedé cautivado por la naturaleza salvaje de aquel país. Decidí fijar allí mi residencia y convertirme en un cultivador más de tabacos. Este comenzaba a ser un negocio rentable y pensé que en pocos años podría hacerme rico.

Y así fue. Mi plantación era inmensa y los beneficios me permitían vivir placenteramente. Sin embargo, no podía evitar sentir la añoranza de los viajes por mar. Por eso, un día decidí acompañar a unos amigos que iban a África a negociar con marfil. 

A los siete días de travesía comenzó a empeorar el tiempo. Se levantó un fuerte viento y las impetuosas olas desviaron el barco de la ruta. La situación se fue complicando, ya que el mástil se tronchó por la mitad y parte de las velas se perdieron, arrastradas por el huracán. Todos temimos por la suerte del barco y decidimos abandonarlo en botes salvavidas.

Fue una decisión muy arriesgada, ya que los pequeños botes eran lanzados de un lado a otro por las olas. Uno a uno fueron volcados y los tripulantes se ahogaron sin remedio.

Yo tuve que hacer esfuerzos sobrehumanos para salir a la superficie. Entre el fragor de la tormenta divisé a los lejos una rocas y comencé a nadar hacia ellas.

A la mañana siguiente la tormenta había cesado y el mar estaba en calma. Me percaté de que era el único sobreviviente.

Quedé abatido, desolado, pero mi instinto me decía que sobrevivir en aquel lugar era lo más importante. Por eso me lancé al mar con decisión y nadé hasta los restos del navío. 

Cuando conseguí subir a bordo, lo primero que hice fue ir a la despensa, ya que sentía un hambre voraz. Afortunadamente, los alimentos no habían sufrido daño. Me di un atracón de carne seca y galletas, luego bebí un trago de ron.

Entonces se me ocurrió la idea de construir una balsa para poder llevar a la costa todo lo que fuese de utilidad. 

En aquella rudimentaria balsa hice más de diez viajes desde el barco hasta la playa, en los que pude trasladar gran cantidad de utensilios, ropas, comida, herramientas y armas. 

También me llevé una bolsa repleta de monedas de oro que encontré en uno de los camarotes.

Sobre el libro

Título: Robinson Crusoe

Autor: Daniel Defoe

Editorial: Europa

Actividades

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