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En el diccionario ya no sobran palabras elogiosas. Se agotaron.
El mundo las ha usado en los últimos días para referirse a Augusto Roa Bastos, nuestro mayor escritor. Es la pluma más brillante que ha dado estas tierras.
Ya no está físicamente, es cierto. Pero nos deja lo mejor de él, su grandiosa obra; leyéndola, sentiremos que él sigue viviendo en nosotros.
Poemas para leer en voz alta
Elegimos dos poemas de Roa Bastos para que los leamos en voz alta, como sentido homenaje. Uno, para sentir la vibración patriótica del ciudadano modelo que fue Roa Bastos, cargada de nostalgia, en su largo exilio; y un poema elegiaco, suavemente triste, que nos pinta el tierno dolor del poeta en la muerte de su perro.
Dulce tierra mía
De mi corazón vuela un panambí
Y en mi invocación surge la armonía
de una popular canción guaraní.
Purahéi yma péina ambopyahu
nde pire yvoty añatoi hagua
che anga ojope pya tarova
ha mandua che mo akanundu.
De la Cruz del Sur el amanecer
Su ardiente rosal ya desclava al fin
Y en la tropical tierra del jazmín
Con su luz de paz vuelve a renacer.
Lágrima de amor fuego de esperanza
Pueblo y corazón en mi canto hay
Férvida canción de mi lontananza
Yo soy un terrón de mi Paraguay.
Oñondivepa ñamotenonde
Tetagua ñee ñambojerovia
aipichy hague ko che mbaraka
añandu che po omimbipaite.
Con el trueno en flor que en mis venas hay
Aunque ya después tenga que callar
A los cuatro vientos voy a gritar
¡Viva el Paraguay! ¡Viva el Paraguay!
(Este poema tiene música de otro grande del Paraguay, don Agustín Barboza)
En la pequeña muerte de mi perro
Toco la puerta, el árbol, tu ladrido,
Tu cariñoso salto congelado,
La oscura miel del ojo iluminado
Tu pena alegre, tu inmortal plañido.
Toco el recuerdo, tócome el dolido
Madero en que te han crucificado
Y te recobro al fin desenclavado
Como un lucero negro del olvido.
La casa sola. Tu ladrido dentro
Recuerda una canción cristalizada
Con mi nombre partido por el centro.
De tu muerte inocente sosegada
Nace ya el ala de la madrugada
En que vendrás saltando hacia mi encuentro.
Un pensamiento vivo
Mientras un autor escribe, su obra es lo más suyo que haya poseído nunca. Una vez publicada y leída se convierte en lo más ajeno que le fue dado poseer, aun cuando le depare fama y fortuna. Sobre todo en este caso.
Augusto Roa Bastos