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Antes de ultimar su plan tuvo que guardarse en un escondite, porque los atracadores forzaron la puerta, penetraron en la casa, saqueándola toda.
Cuando los ladrones entraron en la habitación de los juguetes, como estos estaban encantados, a una señal de Pedrito empezaron a funcionar.
Una corneta, que se había subido en lo más alto del reloj de pared, hizo sonar su trompeta de guerra. Esto solo fue el comienzo, porque los fusileros se replegaron y agarraron entre dos fuegos a los bandidos.
La descarga fue tan espectacular que dejó boquiabiertos a los ladrones, quienes, no sabiendo qué hacer, se dieron a la fuga. Pero en el pasillo operaron enseguida los tanques y les cerraron la retirada. Pedrito hizo una señal, y los aviones, que hasta entonces habían permanecido inactivos, hicieron sonar su motores y se lanzaron a la carga.
Por encima de las cuatro cabezotas de los bandidos pasaron volando varias veces velozmente. Estos, al verse perdidos, se echaron a tierra, pero entonces Pedrito salió de su escondite y —ayudado por cuatro valientes artilleros— los desarmaron y, atándoles por detrás con las maromas de un cañón, los llevaron escoltados hasta la plaza.
En este momento, entraba el refuerzo que enviaba el alcalde. Los mozos, al ver a Pedrito llevando a los ladrones, volvieron corriendo a anunciar a todo el pueblo la hazaña de Pedrito y sus juguetes.
Los habitantes del pueblo, al oír tan grata noticia, dejaron el refugio, y bajaron a todo correr para homenajear al pequeño héroe y sus juguetes.
Cuenta la historia de la Ludolandia que el alcalde, entusiasmado con la hazaña de Pedrito, organizó grandes fiestas e hizo desfilar delante de su ayuntamiento a Pedrito vestido de general y a todo su ejército de juguetes.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.
Sobre el libro
Título: El príncipe malo
Editorial: Ediciones Susaeta SA.