Padres e hijos en sus relaciones humanas

Durante mucho tiempo se pensó que las personas nacían celosas, autoritarias, sociables, tímidas o introvertidas. La verdad es que existen ciertas predisposiciones o tendencias fisiológicas o hereditarias que influyen en la formación de nuestra personalidad. No obstante, la educación que recibimos modifica o refuerza nuestro temperamento. El papel de los padres es muy importante.

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Los profesores perspicaces pueden adivinar la actitud que demuestran los padres en el hogar mediante la simple observación del comportamiento de los niños en la escuela.

Indiferencia y rechazo

El niño siente una imperiosa necesidad de ternura, de protección y atención. Aunque parezca increíble hay padres que rehúsan sistemáticamente brindar alguno de esos alimentos psicológicos, indispensables para el armonioso desarrollo de los niños.

Los niños rechazados buscan afecto fuera del hogar. Están generalmente angustiados y tratan con avidez de llamar la atención de los profesores y de los compañeros sobre su persona. Son eternos insatisfechos y muy a menudo inestables.

Padres superprotectores

Existe también la actitud opuesta. Hay padres que, en vez de privar al niño de atención y de ternura, lo miman y no lo dejan un minuto en paz. «Ten cuidado, te vas a lastimar». «Atención, te vas a caer de la ventana». «Papá está a tu lado». Estas son frases que llueven sobre los pobres niños, que no pueden dar un paseo sin ser ayudados, son niños criados entre algodones.

Cuando ingresan a la escuela y se ponen en contacto con otros compañeros, bajo un régimen de igualdad de trato, los niños crean verdaderos problemas, pues no logran adaptarse. Se tornan tímidos y retraídos, languidecen y, frecuentemente, no pueden aprender nada. Se sienten completamente perdidos, tan habituados están a la presencia y a las caricias de los padres.

La brutalidad

Es increíble comprobar cuántos son los niños que en este siglo considerado civilizado reciben golpes y bofetadas y esto sucede en todos los medios sociales.

Esta forma de educación provoca dos reacciones diferentes, de acuerdo con cada temperamento: el niño comienza a imitar a los padres y a golpear también a sus compañeros, a sus amigos y a los niños menores o bien toma la actitud de «perro apaleado», cayendo en una extrema timidez y en tal inhibición que llega a temer a cualquier adulto, ya sea el padre, un amigo de sus padres o un profesor.

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