No existe suerte sin obras

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Es cierto que la vida presenta oportunidades, que comúnmente llamamos suerte, pero depende de cada uno aprovecharlas de la mejor manera. De eso trata el cuento cuya primera parte leeremos hoy.

 

La isla desierta
(Juan Godofredo Herder)

Un hombre, rico y bueno, quiso hacer dichoso a uno de sus esclavos; le puso en libertad, le regaló un barco lleno de ricas mercancías, y le dijo:

—¡Marcha por el mundo, saca provecho de esto, todo es para ti…!

El esclavo marchó; a poco tiempo de la navegación se levantó una gran tempestad que arrojó el navío contra una roca, donde se perdió. El esclavo liberado apenas pudo llegar a la orilla de una isla; no tenía alimentos ni ropa, y nadie podía auxiliarlo. Lamentando su desgracia, entró en la isla y vio una gran ciudad, de la que salieron sus habitantes con gritos de alegría:

—¡Salve a nuestro rey!

Lo sentaron en un magnífico carro y lo llevaron al palacio real. Lo vistieron con manto de púrpura, colocaron una corona en su cabeza y lo sentaron en un trono de oro. Los grandes de la corte doblaron sus rodillas ante él y le juraron fidelidad.

El nuevo rey pensó que todo era un sueño, hasta que al ver cuánto duraba, no le quedaron dudas de que era realidad lo que estaba viviendo.

—No concibo —pensaba—qué encanto mágico ha hecho que este pueblo haya escogido como rey a un peregrino harapiento. Ignoran quién soy y, sin enterarse de dónde vengo, me ponen en el trono. ¡Extrañas costumbres las de este país!

Y le picó la curiosidad de conocer la causa de su proclamación, por lo que decidió pedir explicación a uno de los grandes magnates que le rodeaban; al que le pareció más sabio y prudente.

—Ministro, ¿por qué me han hecho su rey? ¿Cómo supieron mi llegada? ¿Qué pasará de mí en el futuro…?

—Señor, esta isla se llama Tierra de los Ensayos, y está habitada por seres de extraña naturaleza, que vienen suplicando desde hace tiempo al Todopoderoso que les envíe cada año un hombre que los gobierne. El Señor accede y, todos los años, el mismo día y en el mismo lugar, llega un hombre. Los habitantes lo reciben con alegría y proclaman rey, pero solo dura un año su reinado.

Al cabo de este tiempo es depuesto en el día fijado: se le quitan todos sus atributos reales, se le viste con tela común y sus esclavos le llevan a la fuerza al río y ponen en un barco construido para el efecto, que le lleva a una isla desierta y salvaje. Cuando no ha empleado sabiamente su año es condenado a pasar vida triste y dolorosa en ese país desolado, sin súbditos ni amigos. Cuando le han destronado, salen a recibir al nuevo rey que envía la Divina Providencia cada año, y es acogido siempre con la misma alegría. Esta es, señor, la ley eterna de este país, y ningún rey puede abolirla durante su reinado.

Continuará…

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