Neuroeducación, inter y transdisciplina

La neuroeducación es al mismo tiempo una interdisciplina y una transdisciplina.

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Interdisciplina, en tanto, es la intersección de varias neurociencias relacionadas con el aprendizaje y la enseñanza en todas sus formas. Transdisciplina en cuanto es una nueva integración absolutamente original de aquellas neurociencias en una nueva categoría conceptual y práctica. 

Cuando hablamos de neuroeducación, hacemos referencia a una nueva línea de pensamiento y acción que está uniendo tres grandes ciencias: las neurociencias, la psicología y la educación.

Siete principios básicos de neuroeducación en el aula (3)

6. Desarrollar las funciones ejecutivas en el aula

Estas funciones tan importantes para la vida cotidiana están vinculadas al proceso madurativo de la corteza prefrontal y resultan imprescindibles para el éxito académico y el bienestar personal del estudiante. Las funciones ejecutivas que la gran mayoría de los investigadores considera como básicas son el control inhibitorio, la memoria de trabajo y la flexibilidad cognitiva, las cuales permiten desarrollar otras funciones complejas, como el razonamiento, la resolución de problemas y planificación.

Existen diferentes formas de entrenar directamente las funciones ejecutivas: a través de programas informáticos, de ejercicio físico, de educación emocional o promoviendo el bilingüismo en la infancia. Seguramente, el entrenamiento puramente cognitivo no sea la forma idónea de mejorar la cognición. El éxito académico y personal requiere atender las necesidades sociales, emocionales y físicas de los niños. O si se quiere, nada mejor para facilitar un aprendizaje eficiente y real que promover la educación física, el juego, la educación artística y socioemocional.

7. La mirada, el vínculo y la expectativa del maestro condicionan el aprendizaje de los estudiantes

Hoy más que nunca el progreso requiere trabajar en equipo, saber comunicarse, empatizar, controlar los impulsos o establecer relaciones adecuadas. Para todo ello se necesita una buena educación emocional (en la que tiene que participar toda la comunidad), que mediante un proceso continuo nos permite potenciar toda una serie de competencias emocionales y sociales básicas que no han de sustituir a las cognitivas, sino que las han de complementar. Si entendemos la educación como un proceso de aprendizaje para la vida, los programas de educación emocional resultan imprescindibles, porque contribuyen al bienestar personal y social. Y tienen una incidencia positiva sobre el rendimiento académico del alumnado.

Cuando en el aula se respira un clima emocional positivo, el alumno se encuentra seguro porque sabe que se asume con naturalidad el error, se fomenta un aprendizaje activo en el que se sabe protagonista, se suministran retos adecuados y existen siempre expectativas positivas por parte del profesor hacia sus alumnos, con lo que se evitan esas etiquetas tan contraproducentes para el aprendizaje.

Fuente: Sigman M. 2018. Consejos para conocer nuestras formas de aprender. I Congreso Internacional de Neuroeducación. Barcelona.

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