Cargando...
Ciudadlacustre estaba en medio del lago más lindo del mundo, ubicado en el fondo de un valle que parecía un plato de sopa.
El lago era casi redondo y sus orillas eran verdes y cubiertas de flores que se reflejaban en el agua. Más allá de sus orillas, había campos, árboles y monte tupido, verdísimo.
En el monte, había animalitos que se podían cazar y comer y, dicen que también había un tigre todo rayado, aunque a ese nunca nadie lo vio.
En medio del lago, tan azul que no se puede explicar qué tan azul era, estaba ubicado el pueblo sobre unos pilotes.
Antiguamente, se llegaba hasta allí por un puente, pero después lo sacaron, temiendo que pudiera venir el tigre que alguien dijo que vivía en el monte.
Entonces, iban y venían del pueblo a nado.
En la costa había unas casetas donde dejaban la ropa, cuando iban fuera del valle.
Cruzaban el tramo del lago a nado, en traje de baño, se secaban, se vestían en la caseta y se iban.
Y a la vuelta, hacían al revés.
Josefina se volvió viejita y con muchos gatos, sin poder ir a Ciudadlacustre como siempre quiso, y aunque preguntó mucho y a mucha gente durante toda su vida, nadie supo decirle el camino.
Buscó y buscó en todos los mapas. Y, al final, debe haber encontrado su ubicación porque se fue de aquí con todos sus gatos y nunca más volvió.
Por suerte, nos dejó sus historias, grabados, cerámicas y el recuerdo de su maravillosa persona.
Sobre el libro
Autor Raúl Silva Alonso
Título Maravillas de unas villas
Editorial El Lector
http://www.britannica.es/