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El emperador era el Hijo del Sol, señor absoluto ante el cual había que presentarse cargado con un fardo en señal de sumisión. Habitaba en Cuzco a 3.600 metros de altitud.
La ciudad estaba regida por el templo del Sol, cuyos muros estaban cubiertos de láminas de oro. Un ejército de funcionarios organizaba la tarea de los campesinos, quienes además de alimentar a la población mantenían al emperador y al clero. Además, proporcionaban las reservas para los años de escasez.
El pueblo inca ignoraba la escritura pero dominaba la agricultura, de la cual obtenía su riqueza fundamental y las técnicas de trabajar metales como el oro, la plata, el cobre y el estaño. Las industrias textiles produjeron tejidos de algodón o de lana de alpaca, ricamente coloreados. Este imperio de 16 millones de habitantes dio lugar a una de las grandes civilizaciones de la historia.