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Leyendo y releyendo el capítulo
Primero, es aconsejable tener al alcance de la mano un diccionario de la lengua y otro de sinónimos y antónimos, así como otros textos que puedan ayudarnos a realizar la tarea de manera óptima.
En la primera lectura, leemos el capítulo completo de un tirón. En la segunda, subrayamos las palabras cuyos significados desconocemos, así como frases y expresiones que deseamos comprender mejor. Utilizamos los diccionarios para esclarecer los significados. Realizamos la tarea sobre el vocabulario preparado por el docente.
En la tercera lectura, nos detenemos a identificar personajes, voz del narrador, ambiente, hechos y acciones, estructura narrativa, entre otros. Subrayamos, tomamos notas, completamos fichas, esquemas, cuadros, tablas, entre otros. Si el impreso que tenemos es ajeno (del CRA, por ejemplo), debemos realizar todas las anotaciones en nuestro cuaderno o en fichas de lectura. Las siguientes lecturas las haremos a medida que realicemos los ejercicios asignados.
En muchas ocasiones, el texto que vamos a leer intensivamente forma parte de uno de mayor extensión (por ejemplo, un capítulo de una novela) o de una obra que reúne otros textos relacionados (como un cuento en una colección de cuentos). Te proponemos leer intensivamente un capítulo de la novela Robin Hood, entre la justicia y el amor, de Eduardo Dayan y Mariana Dayan.
Antes de leer el capítulo
Nos informamos sobre el autor, su época y la obra. Para ello, realizamos una lectura de los paratextos (tapa y contratapa, ilustraciones, índice, textos introductorios). Tomamos nota, formulamos preguntas, conjeturamos hipótesis. Leemos las consignas preparadas por el docente o las actividades que trae el libro y aclaramos con él las dudas que nos surjan para llevar a cabo los ejercicios planteados.
Capítulo 14
¿Y ahora?
Robin Hood, entre la justicia y el amor, de Eduardo Dayan y Mariana Dayan. Buenos Aires: Aique Grupo Editor, 2013. Págs. 90-92.
Empezaba a atardecer.
Robin practicaba tiro al blanco junto a sus amigos. Bromeaban y se desafiaban unos a otros. Mariana descansaba cerca de la cabaña, con la mirada perdida en el horizonte.¿Quién venía, aquí a lo lejos?
—¡El rey Ricardo, en persona! —anunció Munch—. ¡Y viene solo!
—¡Pronto, listos para recibirlo! —ordenó Robin.
Los Valientes Alegres se sacudieron las briznas de paja y las ramitas de sus trajes verdes, y se peinaron lo mejor que pudieron. Mariana se acomodó el vestido.
Ricardo sofrenó su caballo. Desmontó. Los Valientes Alegres le rindieron honores. Mariana le hizo una reverencia.
—¡Caballeros! ¡Lady Mariana! —saludó el monarca—. He venido a visitarlos.
—Es usted siempre bienvenido, Su Majestad —respondió Robin. ¿En qué podemos servirlo?
—Soy yo el que viene a servirlos —afirmó el rey con suavidad.
Todos se miraron entre sí.
—Robin Hood: a partir de hoy vuelves a ser el barón de Locksley. Te devuelvo tu título de nobleza, tus tierras y tu castillo —declaró el rey.
Robin se conmovió. Los Valientes Alegres aplaudieron hasta que les dolieron las manos .
El rey esperó. Miró a Robin, miró a Mariana:
—Creo que aún nos falta algo muy importante…
Nadie ignoraba de qué hablaba.
—Mariana —dijo Robin—, Lady Mariana, te amo. ¿Quieres casarte conmigo?
—Robin, barón Robin, yo también te amo y quiero casarme contigo.
—Fraile Tuck —preguntó el rey Ricardo—, ¿tiene usted permiso para realizar matrimonios?
—¡¡¡Por supuesto, Su Excelencia!!! —afirmó el sacerdote inmediatamente. ¡Cuando usted ordene!
A Robin le transpiraban las manos. A Mariana le parecía que se le cortaba la respiración.
—Sería conveniente ir comenzando —indicó el rey—. Robin ha vuelto a ser un noble, y ya no hay impedimentos para que pueda desposar a Lady Mariana, hija del barón Richard at the Lee, que me informan que estará pronto entre nosotros. Fraile Tuck, si le parece…
El clérigo no se hizo esperar. Se arregló la sotana, respiró hondo y con voz solemne preguntó:
—Barón Robin de Locksley, ¿acepta usted por esposa a Lady Mariana y promete serle fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y amarla y respetarla todos los días de su vida?
—¡Sí, acepto! —confirmó Robin sin vacilar.
El fraile se volvió hacia Mariana y repitió:
—Lady Mariana, ¿acepta por esposo al barón Robin de Locksley?
—¡¡¡Claro que acepto!!! ¡¡¡Con todo mi corazón!!!
Tuck hizo una pausa:
—El novio puede besar a la novia, Lady Mariana, ahora baronesa de Locksley.
Los árboles se mecían susurrantes en el crepúsculo, un poco antes del anochecer. La luna se apuró en salir para iluminar a los recién casados. La brisa trajo perfume de jazmines.
Y, en Inglaterra, los campesinos contaron y cuentan hasta hoy la historia de Robin Hood.