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Son la energía en forma de partículas u ondas que emiten y transmiten ciertos cuerpos y que pueden tener acción benéfica o perjudicial en los seres vivos, dependiendo de la manera en que se la use y las dosis que reciben los organismos. Se clasifican en ionizantes y no ionizantes. Las radiaciones ionizantes son aquellas capaces de producir cambios en el interior de las células (ionización) al alterar la configuración electrónica de los átomos. Los rayos alfa, beta, gamma y rayos X son ejemplos de radiaciones ionizantes, siendo los dos últimos los que tienen mayor poder de penetración. Las ondas luminosas, sonoras, de radio y las microondas son ejemplos de radiaciones no ionizantes, aquellas que no tienen la energía necesaria para provocar alteraciones a nivel de los átomos.
Las personas se exponen diariamente a cantidades mínimas de radiación que provienen de fuentes diversas, como los rayos cósmicos, el agua que bebemos, el aire que respiramos, los hornos de microondas, los radares, las antenas, los televisores, los teléfonos celulares, los materiales con los que se construyen las casas y sitios de trabajo, y también los equipos médicos de diagnóstico y tratamiento.
Las radiaciones ionizantes afectan a los seres vivos produciendo daños de dos tipos: somáticos y genéticos, dependiendo de la clase de radiación, dosis de energía recibida y el tiempo de exposición a la radiación.
En los daños o efectos somáticos las consecuencias más graves son: daños en la piel, los ojos, caída de cabello, esterilidad y aparición de células atípicas (cáncer).
Los efectos genéticos no se manifiestan en la persona que recibe la radiación, sino en su descendencia, ya que produce gametos (óvulos y espermatozoides) anormales, portadores de mutaciones y aberraciones en los cromosomas.
Fuentes: