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Su felicidad duró poco, pues, durante la cena, su primo Sid rompió un azucarero y la tía Polly, descontando quién habría sido el culpable, lo zurró a él. Se aclaró el caso, pero Tom quedó tan triste por tamaña injusticia, que salió de la casa buscando lugares solitarios para desahogar su pena.
Se acordó de la flor y la sacó del bolsillo estrujada y lacia. Pensó si «ella» se compadecería, si supiera su fallecimiento, por el cual él ya derramaba lágrimas.
Y decidió ir a morir bajo la ventana de su adorada, hasta que la voz áspera de una criada profanó su augusto silencio y el diluvio de un baldazo de agua dejó empapado los restos del mártir tendido en tierra.
No crean que Tom era malo. Lo que pasa es que era un desastre de chico, según lo que los mayores quisieran que fuera un chico.
Así era Sidney, que a sus muchas virtudes añadía estar siempre bien vestido y peinado, ser bastante buen alumno en la escuela, cuentero, chupamedias y cobardón.
También andaba por ahí Huckleberry Finn, el paria infantil de aquellos contornos, hijo del borracho del pueblo. Era cordialmente aborrecido y temido por todas las madres.
Lo era por ser holgazán, desobediente, ordinario y malo…, y porque los hijos de todas ellas lo admiraban tanto y se deleitaban en su prohibida compañía, lamentando no osar ser como él.
En una de sus travesuras, Tom y Huck, su mejor amigo, fueron al cementerio una medianoche.
Sin ser vistos, encontraron a Muff Potter y Joe el indio al lado de una tumba abierta. Discutían con el joven doctor Robinson, el precio que este debía pagar por el cadáver que necesitaba para sus estudios de anatomía.
El regateo llenó de ira a Joe el indio que sacó a relucir el desprecio del joven médico por él, cinco años atrás, y cómo el padre de Robinson lo había enviado a la cárcel por vago.
El insulto que el indio soltó, refiriéndose al juez Robinson, padre del médico, enardeció a su hijo, que asestó un puñetazo al ofensor.
Joe cayó al suelo, de espaldas. Entonces Muff Potter, medio borracho, para defender a su socio, arremetió contra el joven médico; este, tomando una tabla, dio con ella en la cabeza de Muff, quien cayó desvanecido.
Sobre el libro
Adaptación: Raúl Silva Alonso
Título: Las aventuras de Tom Sawyer
Editorial: El Lector