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Al principio, las personas llevaban los pesos en la espalda o los arrastraban por tierra y sobre la nieve, solas o con ayuda de otras personas. Mientras tanto, aprendían que era posible transportar grandes cargas poniéndolas sobre troncos y haciéndolas rodar. Posiblemente, estos troncos sugirieron la idea de la rueda.
¿Cuándo aparecieron las ruedas en primer lugar? Sabemos, a través de esculturas, de dibujos, entre otros, que la humanidad empezó a fabricar ruedas y a utilizarlas en carros en Mesopotamia y Europa Central hace más de 4500 años. Sin embargo, antes de que Colón descubriera América, pueblos antiguos y de gran cultura, como los indios de América, no conocían la rueda, que fue introducida por los europeos.
Al principio la rueda fue maciza, pero no de una sola pieza, ya que no se poseían las herramientas necesarias para obtener un corte de forma regular, de un árbol; estaba formada por tres piezas yuxtapuestas, unidas por traviesas. En la Edad de Hierro, cuando se inventó la sierra, hacia el 1200 antes de nuestra era, se consiguió cortar un tronco aserrando la madera perpendicularmente a las fibras.
Luego se hicieron ruedas más ligeras y se redujeron a un gran círculo externo unido con radios al eje central y empezaron a emplearse en los carros de guerra. Posteriormente se les adaptaron llantas de hierro para darles mayor consistencia y duración. Los carros se desplazaban sobre dos o cuatro ruedas, siendo los vehículos de dos ruedas los preferidos en la antigüedad. Manejables y estables en las curvas, fueron para los romanos los carros de guerra ideales.
En la Edad Media, la carretilla tenía también ruedas, que se redujeron a una sola, situada en medio de la caja y después delante de ella. Durante mucho tiempo se atribuyó a Pascal la paternidad de este pequeño volquete de mano, aunque en realidad, se contentó con explicar su principio mediante la teoría de la palanca.
Aparecieron las diligencias y los carruajes; pero el traqueteo era infernal. Los viajes se hicieron más cómodos cuando aparecieron las primeras ballestas, fabricadas en piel y posteriormente con láminas flexibles metálicas, que absorbían buena parte de las vibraciones. A finales del siglo pasado, John Dunlop, veterinario escocés, que sufría los inconvenientes de los saltos de su vehículo por los pedregosos caminos de la época, inventó el neumático, una cámara de caucho llena de aire que rodea la rueda y está rodeada por una sólida coraza o cubierta. El invento, que fue probado en el triciclo de su hijo y en algunas carreras de bicicletas, tuvo enseguida gran éxito, aunque el principio tuviese que soportar algunas burlas, como el que llamaran a sus ruedas con neumáticos ruedas de morcilla, o llanta de salchicha.
La rueda ayudó a los seres humanos liberándolos de acarrear a base de fuerza bruta los pesos. Su segunda aplicación debió de ser seguramente la puesta en movimiento del torno de alfarería, lo que facilitó la construcción de vasijas redondas, bastante difíciles de construir de otra manera. Después encontró aplicación en máquinas de todo tipo, desde la noria al molino, pasando por la rueca y la polea. Estos mecanismos, primero fueron movidos por animales, posteriormente mediante la fuerza hidráulica, después con vapor y, por último, utilizando la electricidad.
Así, la rueda fue dando origen a los embragues de todos los mecanismos que conocemos: un reloj, un motor, un robot. La rueda de una rueca, el volante de máquina de vapor, el volante de un coche, una turbina, una hélice, son ruedas de diferentes formas. Cada segundo hay millones de ruedas en acción; es casi imposible imaginar la vida sin la rueda (el operador tecnológico quizás más sencillo). Lo que cabría decir finalmente es ¡gracias hombre de las cavernas por este invento maravilloso!