La odisea (3)

Sigamos acompañando a este heroico personaje en sus increíbles aventuras.

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El valiente rey de Ítaca, sin embargo, quiso escuchar el maravilloso canto. Pero advertido por Circe, se hizo atar al mástil de la embarcación con fuertes correas que ni él pudo romper.

Quiso liberarse de ellas al escuchar las dulces voces y la melodía con que lo halagaban y llamaban las sirenas.

Pero por más que gritó haciendo señas con los ojos, para que sus compañeros lo soltaran, estos bajaron la vista y continuaron remando hasta alejarse a muy buena distancia del delicioso peligro.

Luego, tuvieron que pasar la nave entre dos escollos: en uno estaba Escila, monstruo perverso de seis cuellos largos. Y en el otro Caribdis, contra quien la única defensa posible era la huida.

En efecto, armarse contra Caribdis era precipitar el propio fin de quien se atreviera a hacerle frente y Ulises estaba de ello advertido.

Llegaron a la isla de Trinacria, donde pacían las vacas del Sol. También había sido advertido Ulises de no tocarlas.

Pero sus compañeros, hambrientos, las mataron y se las comieron, por lo cual fueron castigados con una tempestad al emprender de nuevo el viaje.

Fue terrible la tormenta que deshizo la nave: perecieron todos sus tripulantes, excepto Ulises, quien no había participado en la matanza de las vacas.

Se ató a sí mismo a la quilla del barco que flotaba entre los restos del naufragio, con la soga sujeta a un pedazo del mástil.

Sentado sobre la quilla y el mástil, fue llevado por la corriente y las olas a la isla de Ogigia, donde reinaba la hija de atlante el terrible: la ninfa Calipso, la más bella entre las diosas.

Enamorada de Ulises, lo atendió muy bien, pero no le permitió partir y lo tuvo con ella durante siete años.

El año octavo, compadeciéndose de él, que solo quería volver a su patria y encontrarse con su esposa y su hijo, le permitió irse.

Armó Ulises una fuerte balsa y Calipso lo abasteció de toda clase de provisiones.

Habían pasado veinte años desde que Ulises salió de su patria rumbo a Troya.

Telémaco, su hijo, era ya un joven y nunca desesperó del regreso de su padre.

Desde hacía tres años, se habían instalado en el palacio de su padre los pretendientes de Penélope, su madre, en la seguridad de que el héroe había muerto y su bellísima viuda tomaría un nuevo esposo.

Sobre el libro

Adaptación: Raúl Silva Alonso

Título: La odisea

Editorial: El Lector

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