La Odisea (2)

Seguimos leyendo la obra de Homero, el más célebre de los poetas griegos.

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Bramando de dolor y rabia, Polifemo llamó a gritos a sus compañeros, los demás cíclopes, que acudieron enseguida a sus voces.

—¿Quién te ha hecho esto? —le preguntaron, sacándole del ojo lo que para ellos era poco más que un palito.

—Nadie ha sido. Nadie ha sido —lloraba de dolor el gigante.

—Pues si nadie lo ha hecho, acepta con paciencia el dolor, que por algo te lo envían los dioses —le dijeron y se marcharon dejándolo en la cueva.

Polifemo, ciego, apartó la enorme piedra de la entrada para permitir a las ovejas que salieran a pastar, y ahí se sentó… ¡para atrapar a los hombres que lo cegaron cuando intentaran huir!

Pero la astucia de Ulises de nuevo concibió una idea: la de atar a sus hombres al pecho de las ovejas.

Así, cuando el cíclope tocara sus lomos, contándolas, podrían escapar sin que Polifemo lo advirtiese.

Escapó Ulises prendido a dos ovejas, y ya embarcados en su nave, alejándose de la isla, volvió a gritar a Polifemo, dándose a conocer como Ulises, hijo de Laertes y rey de Ítaca.

La rabia del gigante fue tanta que arrancó la cumbre de una montaña y la arrojó hacia el lugar de donde venía la voz de Ulises.

El enorme peñasco no dio en la nave, pero estuvo cerca, levantando una ola tan grande que los alejó más rápido de la isla.

Navegando con viento a favor llegaron a la isla de Eea, donde vivía Circe, la hechicera.

Con engaños convirtió en cerdos a los marineros de la tripulación de Ulises. Pero con él no pudo porque había bebido un brebaje que lo protegía.

Quiso, entonces, Circe, casarse con Ulises, pero este, amablemente, le explicó cuánto amaba a su esposa Penélope y cuánto deseaba volver a su casa, en Ítaca.

Circe, conmovida, decidió ayudarlo. Le devolvió a sus hombres y le proveyó de todo lo necesario para el viaje de regreso, advirtiéndole de los peligros que le acecharían en ese viaje, y cómo podría salir airoso de ellos.

Fue así como partieron y pasaron frente a la isla de las sirenas, como lo dijo Circe.

Y tal como le había prevenido la hechicera, Ulises tapó con cera los oídos de sus compañeros, para que no se encantaran con el canto de las sirenas.

Sobre el libro

Adaptación: Raúl Silva Alonso

Título: La Odisea

Editorial: El Lector

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