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Especialmente en un país como el Paraguay, donde el hábito de la lectura es todo un artículo de lujo.
La falta de amor por la lectura es tan evidente en nuestro país que hasta un ciego ya podría “ver”. Y lamentablemente, este mal no es nada nuevo como para achacarlo, por ejemplo, a la crisis actual, la violencia escolar, la cantidad de jóvenes adictos o al gobierno, como es la moda.
Sino que, lastimosamente, es un feo componente, o acaso el mismo origen del subdesarrollo que aprisiona en un triste círculo vicioso al Paraguay desde hace mucho tiempo.
Porque, como se sabe, la lectura es la base fundamental de la educación; es su piedra angular. Y por lo mismo, la ausencia del hábito de la lectura en una nación equivale, necesariamente, a una paupérrima o casi nula educación.
Y para demostrar todo eso, basta con citar algunas de las numerosas e innegables consecuencias del citado déficit cultural.
- El desamor por la lectura, por ejemplo, es la causa directa del abultado porcentaje de analfabetos funcionales que, según cálculos optimistas, oscilan entre 52 y 60 por ciento.
- La carencia de mano de obra calificada, lógica consecuencia de una educación deficitaria, incompleta y alienante.
- La supina ignorancia cívica del pueblo, evidenciada trágicamente en su nula capacidad de discernimiento a la hora de elegir autoridades.
Y la lista puede ser interminable.
¿Cómo romper este círculo vicioso?; es la pregunta obligada y lacerante.
Y la única respuesta válida es: invirtiendo por la educación.
Y no se crea que invertir por la educación significa solamente que los empresarios adinerados tienen el deber moral y social de destinar parte de sus ganancias en apoyar las tareas de la educación formal, producir materiales didácticos y/o financiar carreras universitarias o viajes de capacitación en el exterior, u otorgar becas a estudiantes sin recursos.
Invertir por la educación es deber humano y patriótico de todos los habitantes, que empieza en cada familia, con cada futuro ciudadano que nace, y que consiste en prepararlo para la vida, dotándolo de las habilidades y conocimientos que le harán realizarse como ser humano y ciudadano.
Inversión por la educación es la que hacen todos los días todos los educadores paraguayos cuando realizan su misión de redención y de construcción de una sociedad mejor, preparando al hombre nuevo, modelando las ideas, estimulando el pensamiento y formando la personalidad.
Invertir por la educación es lo que hace un gobierno inteligente cuando prioriza en primer lugar la enseñanza de su gente, destinando la mayor parte del Presupuesto Nacional a elevar la calidad educativa de TODOS los ciudadanos.
Y una de las mejores maneras de invertir en la educación es fomentando el hábito de la lectura.
Y esta es una tarea que involucra a todos: a los padres de familia, quienes deben tener la valentía de apagar el televisor a determinada hora del día para dar paso al placer de la lectura, sea libros, de textos escolares, de revistas o de diarios o aunque sea una partecita de las tiras cómicas de estos; los educadores, que tienen la obligación moral y profesional de fomentar el hábito de la lectura en sus niños, niñas y jóvenes, estimulándoles el sentido crítico a través de clubes de lectores, espacios literarios, actividades culturales, debates, paneles, etc., y a los gobernantes y todos los demás sectores sociales, proveyendo de buenas bibliotecas a todas las escuelas, colegios, universidades, comunas y casas de la cultura de todo el país.
He aquí el arma infalible para ganar la guerra contra el cretinismo y la estupidez en este país: leer más y, sobre todo, saber leer.