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Pocos son los segundos en que se enseña algo nuevo al niño, por ejemplo, la entonación de la voz con ademanes deben ser significativos y durante los cuales papá o mamá deberá manifestar regocijo por lo que ha realizado el hijo, dándole respuesta afectiva con besos y abrazos de manera que asocie su aprendizaje con una sensación afectiva agradable. Un proverbio dice: “Un techo abre otro techo”.
Esa capacidad de aprendizaje que tiene el niño no depende solo de la herencia y del ambiente; también de la etapa de maduración en que se produce la estimulación. Entonces, la familia constituye agente clave para fortalecer e impregnar en el niño aprendizajes relevantes.
La familia debe buscar los mejores mecanismos para acompañar el bello proceso evolutivo de aprendizaje del niño desde el nacimiento hasta su incorporación y avance en la escuela. Los intereses del niño se abren en la medida de su desarrollo y crecimiento.
Es muy importante que la familia mantenga un contacto permanente con los educadores para coordinar el desarrollo educativo y evitar la disociación de objetivos.
El objetivo que los padres deben perseguir es educar y formar a los hijos para que sean exitosos. Esto requiere alistarlos constantemente para que todo lo que enfrenten tengan resultados satisfactorios. La clave del éxito se encuentra en tomar las medidas preventivas indicadas para garantizar salud intelectual y afectiva (que mucha falta hace hoy en nuestra realidad).
Los hijos necesitan:
1. sentirse bien para desenvolverse con naturalidad;
2. estar a gusto con su cuerpo, sano, bien alimentado;
3. disfrutar de un ambiente familiar agradable con amor, en donde vayan adquiriendo hábitos de conducta, puedan desarrollar su capacidad intelectual para solucionar planteamientos que se les presenten