La Casa de la Independencia (1)

Es la Casa de la Independencia de nuestro país uno de los sitios más sagrados de la nacionalidad aunque, sin embargo, tal vez en popularidad resulte perdedora ante el otro patrimonio icónico paraguayo por excelencia: el Panteón Nacional de los Héroes.

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Atrapando el tiempo en una esquina con relativo poco tránsito, mucho más tranquila que apenas una cuadra más arriba (la calle Palma), algo alejada de edificios oficiales, vendedores ambulantes, puestos callejeros y gente apurada, la venerable Casa de la Independencia sigue envejeciendo con un cierto pudor, no exento de faltas de respeto ocasionales.

Su inconmensurable valor significativo para nuestra nación, el cual no siempre parece entendible para la gente, deviene no solo de su señorial estructura colonial, salvada ya de los planes urbanísticos del Dr. Francia a inicios del siglo XIX y de la desidia de tantas autoridades en épocas posteriores, sino del áurea emitido por la historia que emanan esos ladrillos que vieron pasar a los prohombres que fueron partícipes de la conformación de la nación paraguaya.

La importancia de esta casa para la historia del Paraguay −y nuestra cultura en particular− es tan real y sólida como las anchas paredes de adobe que todavía siguen en pie, luego de 243 años de ver pasar la vida ciudadana de esta Asunción que no siempre se compadece de ella y, en ocasiones, la agrede con facilidad.

Adquirida en octubre de 1772 por don Antonio Martínez Sáenz, ciudadano español, casado con la paraguaya Petrona Caballero, las habitaciones de esta casa escucharon los planes de conspiración patriótica de los Caballero, Lara, Iturbe, Yegros, Rivarola, Recalde y otros que soñaron con una patria libre de la Corona española, que pueda dirigir su propio destino.

Para reafirmar la importancia significativa del edificio, don Carlos A. López ordenó en 1849 que la calle que pasa frente a la Casa de la Independencia, la que da al callejón histórico, se denominara desde ese momento 14 de Mayo, en homenaje a quienes recorrieron ese espacio en aquella madrugada del año 1811 rumbo a la casa de los gobernadores a emplazar al gobernador Velasco la rendición y, por lo tanto, obtener la incruenta independencia del Paraguay.

Honor, recordación y respeto por siempre a los prohombres de la patria, a quienes hicieron posible el Paraguay independiente.

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